La primera encuesta de El Financiero en tiempos de Claudia Sheinbaum da a la presidenta 70 por ciento de aprobación al cumplir un mes en el gobierno. La cifra no sorprende, o no debería sorprender, si tenemos en cuenta, más que la ‘luna de miel’, las mañaneras.
El país es otra vez un monólogo. Terminado un sexenio de un singular tlatoani (el que habla, en náhuatl), desde el primero de octubre cambió la voz en Palacio Nacional sin que se haya modificado, en lo absoluto, la centralidad y la verticalidad del discurso político nacional.
La Presidenta se ha hecho de la conducción del debate desde el mismo espacio en que su predecesor acostumbró a toda la nación a fijar la agenda. Al menos hasta hoy, la “continuidad con cambio” es efectiva al apuntalar masivamente una versión única de la realidad.
Hay quien acusa a Sheinbaum de copiar la fórmula de las mañaneras a su predecesor. Más bien se trata de aprovechar condiciones que son harto favorables para el control gubernamental. Cómo reclamar a una política que saque jugo de un esquema probado y efectivo.
Aunque se les recortó el tiempo, y se les cambió el nombre, las mañaneras funcionan para el gobierno porque:
-La mayoría de las preguntas son de personas abiertas o veladamente proclives a la Presidenta y a su movimiento. Más que dudas son invitaciones a denostar a quienes están en disputa con el gobierno, sea el Poder Judicial, España y hasta la prensa crítica.
-En cualquier caso, muchas de las preguntas son poco elaboradas; y el formato no favorece la repregunta (sea porque temen que en siguientes ocasiones no les den la palabra, sea porque les impone la autoridad de la Presidenta, sea porque no les interesa cuestionar…).
-Abundan preguntas que buscan ‘reacciones’: que la Presidenta diga algo sobre la principal de su periódico, a favor o en contra da un poco lo mismo. Cada medio privilegia sus temas y desprecia los ajenos. Es un viejo defecto de nuestra prensa, y el poder, feliz.
-Incluso para frustración de la Presidenta, poco es lo que se pregunta sobre lo que el gobierno da a conocer en la mañanera. Ni cuando Sheinbaum pide cuestionamientos sobre programas o políticas que informa al arrancar, logra que el tema se explore o desmenuce.
-Lo anterior, de cualquier manera, favorece al gobierno, que difunde su versión sin que nadie objete viabilidad o certeza de lo expuesto.
-La Presidenta batea muchas preguntas sobre otros temas ofreciendo que luego llevará a tal o cual funcionario a Palacio. Es decir, tiene el control de cosas de las que no quiere hablar, y como las preguntas suelen ser tan genéricas, es fácil que las evada.
-Toda la tecnología de hoy parece no servir de nada a los medios con grandes capacidades. Por lo visto cada mañana, las redacciones no trabajan en tiempo real: ayer Palacio expuso datos optimistas de empleo; ¿alguien cuestionó esas cifras, siendo que la misma prensa ha reportado que en esa materia hay malas noticias? Exacto. Nadie.
-Las mañaneras se transmiten en directo por medios convencionales, públicos y privados, y por Internet. Millones las consumen sin filtro. Así, a esas audiencias Sheinbaum las tiene en la bolsa.
-Encima, la mañanera constituye un cotidiano llamado a escena para publicaciones oficialistas, que las retoman saturando las redes sociales con la verdad oficial.
Por ende, 70 por ciento de aprobación presidencial parece poco.
La prensa digna de ese nombre no es protagonista diaria de la mañanera. Mientras eso ocurra, ¿qué de raro tiene que la propaganda alimente la idea de que vamos requetebién?