Andrés Manuel López Obrador se ganó un renombre nacional cuando caminó en contra de la injusticia. Marchó desde Tabasco luego de fraudes y violencia política. Marchó y tocó las puertas de la nación en el mero Zócalo. Marchó y se hizo de un prestigio por ese tesón, por decir no a esperar sentado una justicia que nunca le darían.
Hoy la historia es muy distinta. Hoy a él le toca procurar justicia y otros serán los que le caminen. El reverso de la moneda no le ha gustado al López Obrador presidente. No quiere que le caminen, no acepta que le protesten. El contestatario de ayer se ha encerrado hoy en su puchero: los que reclaman ser escuchados son conservadores, ello aunque apenas ayer, en un ayer que no es ni una generación, esos que marcharán pedían lo mismo que pedía él: justicia, cambios, apertura, diálogo.
Javier Sicilia ha anunciado que marchará hasta la casa presidencial –el Palacio Nacional– a demandar cambios en la estrategia (es un decir) de combate a la violencia y reconstrucción de la seguridad.
En una más de sus recientes cartas a AMLO, Sicilia ha publicado este domingo un párrafo poderoso:
"Voy a caminar de nuevo con lo único que tengo, mi dignidad, mi rabia y mi palabra, para decirte a ti y a los que quieran escuchar que la casa de todos sigue en llamas, que debemos abandonar el hábito –que nos inoculó la violencia– de insultarnos, descalificarnos, difamarnos, polarizarnos; que debemos sacudirnos la indiferencia bovina a la que, a fuerza de horror y miedo nos está reduciendo la violencia, hasta normalizar el crimen, y que sólo unidos podemos hacer posible lo único que importa: la verdad, la justicia y la paz".
Voy a caminar, agrega el poeta Sicilia, porque no se resigna a que México se convierta en un campo de concentración regido por los criminales, y porque para acercarse a la verdad y a la dignidad que vienen de la justicia es menester rebelarse ante la mentira y nunca acostumbrarse al sufrimiento.
Sicilia caminará, aún no anuncia la fecha, también para pagar una deuda a Julián LeBarón, que estuvo con él en las caravanas de víctimas de hace más de un sexenio, y quien, como se sabe, ha vivido de nuevo una tragedia mayúscula en la muerte de tres mujeres y seis niños de su comunidad en Bavispe, Sonora, asesinados hace dos semanas.
Nadie se dirá sorprendido de la respuesta inmediata del presidente López Obrador, que ha dicho que no recibirá a Sicilia para no hacer el "caldo gordo" a los conservadores. Tan predecible como lamentable es, igualmente, la reacción de gente como Solalinde, cegado ante un proyecto gubernamental que en seguridad está lejos de convencer. Han salido a descalificar una idea, una iniciativa pacífica.
¿Por qué se sienten tan amenazados los del gobierno? Porque saben que las marchas son poderosas, que si Sicilia logra despertar a la gente que no está en gremios, nóminas o padrones, este gobierno, como los anteriores, será puesto contra las cuerdas.
Proponían el cambio pero actúan igual que sus antecesores. Calderón y Peña de mala gana veían a las víctimas, pero solían guardarse sus resabios. AMLO es más diáfano, pero no más demócrata. Igual que aquellos, éste no quiere que nadie le dispute la palabra, ni la calle.
Pedir resultados a un año de gobierno puede ser excesivo por parte de Sicilia. Mas eso no merma su autoridad moral y menos la pertinencia de su reclamo: reunámonos, revisemos, recapacitemos. No pide más, pero para el poder –priista, panista o amlista– eso es pedir demasiado.
López Obrador tiene otro problema además de su miopía (su cerrazón hará crecer, mucho o poco el reclamo de Sicilia, pero lo hará aumentar).
El Presidente no ha caído en cuenta que desde Culiacán y Bavispe el (todavía) secretario Durazo no es un interlocutor válido, perdió credibilidad. Sólo está fortachón a los ojos de su jefe, ante los de los demás su figura pública es enclenque.
Así que al mandatario le llegan todas las facturas por pagar. Y la de la inseguridad es muy costosa.
Imposible vaticinar cuánto en fin de año prenda la marcha de Sicilia, pero de que hay víctimas listas para reclamar ser atendidas, de que es amplio, además de legítimo, el reclamo de hacer una estrategia de seguridad entre todos, eso sin duda.
Así que si la próxima caminata no prendiera, por desgracia habrá más. Qué necesidad del Presidente de atrincherarse en sus mañaneras de Palacio.
Porque le guste o no, habrá marchas y demandas, y es que Andrés Manuel lo sabe desde los años ochenta, el derecho a marchar, como otros derechos, no se piden, se ejercen. Le parezca o no al mismísimo Presidente de la República.