La Feria

AMLO, el centralista

El arranque de la etapa que se pretende masiva de la vacunación acusó una vez más el rasgo centralizador del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Chilango, dicen por ahí, no es el que nace en Ciudad de México, sino el que la habita. Para otros, sin embargo, chilangos son por igual los oriundos del ex-DF o quienes migraron a la capital del país. En todo caso, Sergio Aguayo y Rubén Aguilar, de raíces tapatías y sonorenses, respectivamente, son chilangos, asentados en la CDMX hace décadas y desde ayer dos de los primeros mexicanos no dedicados a la labor sanitaria en recibir una vacuna contra Covid-19.

Aguayo y Aguilar hicieron una crónica en las redes sociales sobre las horas que tuvieron que estar en la fila para recibir la dosis de AstraZeneca, que forma parte de un envío llegado desde India el domingo. Sus casos ilustraron algunas de las fallas (menores) del primer día de vacunación masiva, contratiempos que no opacaron la alegría de ellos y de miles de familias cuyos adultos mayores ya pudieron recibir una inyección contra el SARS-CoV-2.

Por su parte, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, estuvo dando puntual reporte del avance de la apertura de los centros de vacunación capitalinos, e incluso se trasladó a algunos de arranque más tardío a fin de verificar que se hubieran corregido los desfases que impidieron comenzar a tiempo y ofrecer una disculpa a quienes tuvieron que aguantar en el frío y el sol, esa dualidad tan chilanga, mientras se organizaba la vacunación.

Todo eso muy bien salvo que no escapa un detalle nada menor. El arranque de la etapa que se pretende masiva de la vacunación acusó una vez más el rasgo centralizador del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Mientras la capital atestiguaba el inicio de la administración de las vacunas, en lugares como Jalisco apenas este martes se tendrán imágenes y crónicas como las de Aguayo y Aguilar. ¿Por qué? Pues porque todo sobre la vacunación lo ha decidido, sin tomar en cuenta a las entidades federativas, el gobierno de AMLO.

La señal más reciente de tal ánimo centralista ocurrió el viernes, cuando las autoridades de salud de los estados fueron informadas de que arrancaría la etapa masiva de vacunación de adultos mayores en apartados municipios.

Si algún estado, digamos Nuevo León, hubiera querido impactar las cadenas de contagios de su amplia zona metropolitana vacunando a los adultos mayores de los municipios de esas regiones urbanizadas, la decisión de esa entidad no hubiera prevalecido sobre los criterios de Palacio Nacional.

O está el caso de Sonora, donde el periodista Luis Alberto Medina destacaba ayer en su programa que en la entidad se llevarán vacunas a 45 municipios de menos de mil habitantes, incluidos dos que no reportan ni un caso de Covid, y no en la geografía donde hay más infecciones reportadas.

Es cierto, como decíamos ayer aquí, que en las zonas apartadas hay menos capacidad de atención de las enfermedades, y por ende tiene sentido dar atención a las poblaciones de esas regiones. Sin embargo, lo que es de destacar es que las autoridades locales, esas mismas que en distintas formas también han tenido que enfrentar desde su ámbito con el embate de la pandemia a los usuarios de endebles sistemas de salud estatales, se quedaron sin voz ni voto en la decisión sobre cómo ir aplicando las vacunas.

El discrecional modelo de vacunación impuesto al país desde la llegada de las primeras vacunas en diciembre se repite de nueva cuenta con el arranque masivo de la aplicación de las mismas. Qué buenas las crónicas chilangas de Aguayo y Aguilar, pero allende el Tultitlán hay renovados motivos para resentir a AMLO el centralista.

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