La Feria

AMLO peor que Peña

A López Obrador le ha tomado menos de dos años mostrarse igualito que priistas y panistas; igualito no, quizá lo correcto sea decir que peorcito.

Acudimos a las urnas bajo el principio de que quienes ganen gobernarán, y se gobernarán, pensando en el bien de todos.

Es posible que eso sea utópico, pero no por irrealizable deja de ser un buen ideal.

Pero, sobre todo, acudimos a votar en la noción de que quienes ganarán resistirán la tentación de usar el poder para beneficiar sólo a los que piensan como ellos, o para beneficiarse a sí mismos.

El largo pasado priista, y la mediocre docena de años panistas, harían decir a más de una persona que los mexicanos acudimos a las urnas a pesar, incluso, de que hemos sido testigos de cómo los del tricolor, primero, y los del blanquiazul, después, nos vieron la cara y no sólo no gobernaban para todos, sino que lo hacían fundamentalmente para ellos.

Pero para eso son las elecciones: más que para elegir a unos nuevos, para quitar a quienes han defraudado, para no dar nuevas oportunidades a quienes fallaron. Así llegó Morena a la Presidencia de la República y al Congreso de la Unión, aupada en el hartazgo ciudadano de ver cómo los otros partidos convirtieron en canon aquello de privilegiar a los cuates o repartirse el poder mediante cuotas. Es decir, decisiones que de una u otra manera privilegiaban a ellos mismos antes que a la ciudadanía.

A Andrés Manuel López Obrador le ha tomado menos de dos años mostrarse igualito que priistas y panistas. Igualito no, corrijo, quizá lo correcto sea decir que peorcito.

Al Presidente no le gusta que lo comparen, es decir, que lo pongan a la par de los prianistas, dice que eso le calienta. ¿Qué sentimiento le dará al tabasqueño cuando quede claro que su gobierno (es un decir) no sólo está a la par, sino que en algunas cosas supera para mal a los del pasado?

No voy a hablar de la irrisoria 'cargada' de altos funcionarios del gobierno federal en defensa de la secretaria de la Función Pública, a quien un reportaje atribuyó singulares operaciones inmobiliarias.

Ver a Olga Sánchez Cordero más preocupada por su colega de gabinete que por el Conapred sólo nos confirma algo que ya sabíamos: que el puesto de secretaria de Gobernación le quedó muy grande. Ella no ha procurado eso, la gobernanza de un país (RAE: Gobernanza. Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía), ella se propone algo distinto: ser algo así como una funcional matraquera de un equipo.

Pero más allá de esa cargada de tuits, lo realmente grave de este fin de semana fue ver a una instancia del gobierno de la República defender, sin mediar investigación o procedimiento legal, a una secretaria de Estado con un documento emitido por la dependencia que preside esa misma funcionaria. La encargada de vigilar, entre otras cosas, que no haya conflicto de interés, ni irregularidades patrimoniales, hizo que su equipo dijera estos tres párrafos:

"La Secretaría de la Función Pública informa que la Declaración Patrimonial de la titular de esta dependencia, como la de todos los integrantes del gabinete legal y ampliado de este gobierno, es totalmente transparente y se encuentra disponible para acceso público.

"Asimismo, se aclara que la secretaria Irma Eréndira Sandoval Ballesteros jamás ha recibido ningún bien inmueble como regalo o donación de funcionario público o político alguno, ni durante, ni antes de ocupar su responsabilidad actual.

"Su patrimonio es resultado tanto del trabajo profesional de ella y su esposo como de los bienes y recursos que han recibido en herencia y donación de familiares".

Esas son las líneas esenciales de la "tarjeta informativa" publicada el sábado por la SFP.

Ayer vimos a priistas y panistas repartirse puestos y privilegios, los vimos disimular fraudes y corrupción, aprendimos que traicionaban su promesa de velar por el bien común.

Hoy López Obrador preside un equipo que, sobre todas las cosas, se piensa ajeno a la rendición de cuentas. Si sale un reportaje cuestionando operaciones patrimoniales, la oficina de la secretaria Sandoval no sólo no abre un procedimiento o una indagatoria, sino que en cuestión de horas responde que ella, y de paso todo el gabinete, son "totalmente transparentes", y que la titular de la dependencia "jamás ha recibido ningún bien inmueble como regalo o donación de funcionario público o político alguno". ¿Cómo supieron eso? No lo saben, pero, sobre todo, nunca lo investigarían. Porque han dejado en claro que nunca harán algo que los pudiera afectar: ellos por encima del todo.

Enrique Peña Nieto pidió al secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, que hiciera como que investigaba a Angélica Rivera. López Obrador ni eso pide. AMLO peor que Peña.

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