El fin de semana festivo pasé varias veces en Guadalajara junto a postes en los que un cartel anunciaba: Botón de pánico. Lo que me llamó la atención fue que en ningún momento, de las diversas ocasiones que transité por ahí, había gente activando ese mecanismo de alarma.
En las mismas horas en que yo pasaba por esos postes, las autoridades de Jalisco aumentaban de 35 a 44 el número preliminar de cuerpos localizados en un predio de La Primavera. De lo que sustrajeron de una sola fosa los forenses llenaron más de un centenar de bolsas de carne humana hecha pedazos. Frente a ello, la soledad y el silencio del botón de pánico son sintomáticos.
Al menos 44 personas asesinadas y sepultadas clandestinamente, pero no es la población la que sale a gritar su alarma; muy pocos son quienes reclaman a las autoridades para que se investigue, castigue y haga algo que evite sucesos así. En Jalisco, en México.
¿Cómo nos pudimos acostumbrar a esto? Margaret Atwood en su famosa novela El cuento de la criada dice que "nada cambia en un instante: en una bañera en la que el agua se calienta poco a poco, uno podría morir hervido sin tiempo de darse cuenta siquiera. Por supuesto, en los periódicos aparecían noticias: cadáveres en las zanjas o en el bosque, mujeres asesinadas a palos o mutiladas, mancilladas, solían decir; pero eran noticias sobre otras mujeres, y los hombres que hacían semejantes cosas eran otros hombres. Nosotras no conocíamos a ninguno de ellos. Las noticias de los periódicos nos parecían sueños o pesadillas soñadas por otros. Qué horrible, decíamos, y lo era, pero sin ser verosímil. Sonaban excesivamente melodramáticas, tenían una dimensión que no era la de nuestras vidas. Éramos las personas que no salían en los periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número. Esto nos daba más libertad. Vivíamos entre las líneas de las noticias".
Creemos que nos escondemos de la realidad en los márgenes de las noticias, que éstas no hablan de nosotros, que no nos atañen 44 muertos localizados a 10 o a 500 kilómetros, qué más da.
El botón de pánico es una entelequia: las autoridades lo ponen a sabiendas de que nadie lo activará sino en el remoto caso de que le afecte directamente, que nadie se movilizará porque los que mueren, ya lo dijo el gobierno de Jalisco a propósito de varios de los encontrados en La Primavera, eran criminales. Ah, qué tranquilidad que mueran los criminales; salvo que ¿por qué habría que creer en esta ocasión a autoridades que nunca han resuelto crimen alguno?
Al mismo tiempo que redacto esto se oyen los aviones del desfile militar. Y por las calles de la capital del país y en la televisión marcha la Guardia Nacional. Otras entelequias: celebrar la Independencia en medio de un mar de sangre, con amplios territorios inexpugnables para la autoridad legalmente constituida.
Como la semana pasada, he de citar de nuevo a Sonia Serrano, mi colega tapatía que tuiteó el viernes este mensaje: "escuché a una periodista extranjera decir que debemos pensarnos como un país en guerra. Creámosle. Díganselo a sus hijos. En los últimos días conocí tres incidentes: el Ejército, la policía de Tlajomulco y uno con chicos armados. Deben cuidarse como en un país en guerra".
Lo que plantea Sonia tiene trasfondo. De hecho, especialistas como José Antonio Guevara y Daniela Malpica, cada cual por su lado, han señalado la urgencia de que se discuta y determine si México vive en conflicto armado.
"Sólo con esa determinación se podrán ofrecer respuestas humanitarias adecuadas para proteger a la población civil, los bienes civiles (hospitales, iglesias, negocios, propiedad privada y colectiva), así como para minimizar el sufrimiento de las personas que no participan en las hostilidades", señala Guevara en un reporte publicado este año. También, citando organismos internacionales que apuntan a que sí vivimos en conflicto armado, Malpica tiene un texto al respecto disponible aquí.
Activados por muchos, los botones de pánico debieran sonar para los 44 de La Primavera, como debieron sonar desde mucho antes para tantos más. Mejor salir vivos en las noticias, demandando justicia, que creer que la muerte que recorre México no tiene nada qué ver con nosotros.