La Feria

Carlos Salazar, la IP en tiempos de AMLO

Qué tanto el nuevo gobierno querrá ayuda de una IP que crea que desde las empresas se puede enriquecer no sólo a la economía, sino a la democracia y la pluralidad, escribe Salvador Camarena.

Hace unos meses, el empresario regiomontano Carlos Salazar Lomelín hacía un ejercicio de memoria sobre tiempos complicados para México.

Ante centenares de consejeros regionales de Bancomer reunidos en Cancún, Salazar Lomelín, recientemente elegido para encabezar el Consejo Coordinador Empresarial, recordaba de los agobios que como ejecutivo de FEMSA padeció por el populismo (término mío) que imperó en México en los setenta.

Salazar Lomelín contó que por aquellos años uno de sus jefes en la cervecería Cuauhtémoc se lo encontró en un pasillo y al verlo cariacontecido puso las cosas en perspectiva: las dagas –dirían en mi pueblo— de la dupla Echeverría-López Portillo tenían a la economía en la lona y el futuro lucía desolador, la supervivencia de la empresa misma parecía en juego. Pero no era la primera vez que se enfrentaba panorama tan poco halagüeño. Imagínese, le dijo su jefe, si sobrevivimos las confiscaciones padecidas en la Revolución Mexicana, por qué no hemos de superar esto.

Con esa anécdota, sin perder un tono de voz a la vez mesurado y firme, Carlos Salazar se dirigió a los empresarios para explorar las opciones de quienes generan empleo en el país cuando este ha entrado en una vertiginosa dinámica de cambios.

La clave, les dijo a los empresarios, es mirar hacia adentro de nuestros talleres, fábricas, comercios y empresas. Hacia adentro para hablar con los empleados y preguntarles cómo están, cómo la ven, cómo le hacemos.

Salazar pidió a los presentes hacer una reflexión sobre qué han hecho para atender a sus colaboradores, qué han hecho para cuidar no sólo esos empleos, sino a esos empleados.

Cuestionó, por ejemplo, cuántos de los que asistían a esa reunión de octubre, estaban dispuestos a seguir a Bancomer, que en ese cónclave expuso cómo en los dos últimos años han emprendido un programa para que nadie que colabore en ese banco tenga un salario que lo condene a un ingreso correspondiente al primer decil. Esa mejora salarial, sostiene Bancomer, se tradujo en una baja significativa de la rotación de personal.

Escuchando a Carlos Salazar daba la impresión de estar oyendo algo tan obvio como necesario de ser repetido: en nuevos tiempos, la iniciativa privada mexicana debía hacer lo que sabe –emprender a pesar del entorno–; pero también debían atender el mensaje de cambio emitido en las urnas, ese donde los más están hartos con el modelo que los del dinero tanto defendieron.

Salazar será capitán del CCE a partir del 27 de febrero (falta una eternidad para esa fecha, ya deberían también cambiar transiciones tan largas). Desde ese timón podrá lanzarse a construir un nuevo discurso empresarial para los tiempos de Andrés Manuel López Obrador. Será interesante ver cómo lo instrumenta.

Aunque formado en la clásica escuela empresarial mexicana (es egresado del TEC además de expresidente de FEMSA), ha tenido experiencias involucrándose en mecanismos que interactúan con el gobierno para ayudar a este a crear una mejor administración, como lo fue el Consejo Nuevo León, que definía planes estratégicos para ese estado.

Qué tanto el presidente López Obrador querrá escuchar ideas de empresarios que han sobrevivido momentos críticos, como este empresario, amigo del desaparecido (de la escena, al menos) Poncho Romo. Qué tanto el nuevo gobierno querrá ayuda de una IP que crea que desde las empresas se puede enriquecer no sólo a la economía, sino a la democracia y la pluralidad. Cómo interactuará AMLO con una IP que no opte ni por el silencio a cambio de contratos ni por videos de obsequiosos aplausos. Quizá con Carlos Salazar en el CCE lo sabremos.

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