La Feria

El Senado, con Ce de Cerrazón

Los de Morena no reciben a activistas y académicos de excelencia que reclaman la extinción de los fideicomisos, porque saben vencer pero no convencer, no tienen argumentos.

La protesta del martes de quienes reclaman la extinción de los fideicomisos impidió la comparecencia senatorial del canciller Marcelo Ebrard. Eso se dijo en las noticias, pero ¿es realidad?

En un país que ha visto plantones que duran semanas en el Paseo de la Reforma, como las de 2006, o manifestantes que entran en caballo al perímetro de la Cámara de Diputados, y ya no se diga la toma de oficinas de CNDH o activistas que queman cosas a su paso, ¿de verdad un par de centenares de personas protestando con pancartas interrumpieron la labor del Senado el martes?

¿No será más bien que el Senado de la República, y más concretamente el líder de esa cámara, Ricardo Monreal, aprovechó la magra protesta para enviar un mensaje muy claro de 'no pasarán', de sus protestas no tienen futuro alguno?

El martes en el Senado coincidieron trabajadores de la Marina mercante –que reclaman el cambio legal que dará los puertos a la Armada– con académicos, activistas y hasta estudiantes que demandan a la llamada Cámara alta detener la confiscación de los fondos de los fideicomisos que se quieren extinguir. Los primeros sí se apersonaron con la idea de bloquear las puertas del edificio legislativo de Reforma e Insurgentes. Los segundos no.

Métodos aparte, la realidad es que el líder senatorial de Morena decidió ese día aumentar la cerrazón que ha caracterizado a este gobierno y a sus bancadas.

Porque si hubiera habido voluntad, los senadores del partido en el poder habrían encontrado la manera de recibir, por separado y en un formato funcional, a los manifestantes de ambos grupos, y de seguir con su trabajo legislativo. No fue así. Y la cerrazón no sólo consistió en clausurar el acceso al edificio.

Algunos fideicomisos le generan roncha, o apetito de recursos, según se vea, al presidente López Obrador. Sin escuchar argumentos de ningún tipo, para que no se proceda a cancelar sin más esos mecanismos de los que depende la operación de entidades como el CIDE, el gobierno y sus diputados aprobaron la semana pasada la extinción de los mismos. Ahora el Senado se apresta a cerrar la pinza.

Para la crónica legislativa de esta obcecación morenista quedarán los videos de Mario Delgado, donde emuló aquello de que ni veo ni oigo los sólidos argumentos de quienes cuestionaban la barbaridad de la medida, que equivale a tirar al niño con el agua sucia de la bañera. Pero en el Senado, Monreal ni ese derecho de pataleo les dio a los manifestantes. Nadie de Morena los vio el martes.

Los académicos que protestan han tenido contacto (la semana pasada) con el morenista senador Alejandro Armenta, y hoy está previsto que la gente del CIDE vea a legisladores del PT. Pero la señal en Reforma e Insurgentes no deja lugar a dudas. Si bien el proyecto para cancelar los fideicomisos no se ha turnado a comisiones, salvo un milagro, la semana entrante se consumará el agandalle de esos recursos.

Defender en la opinión pública los fideicomisos no está fácil. Explicarlos a la ciudadanía es una tarea ardua. Y en esa pugna retórica y discursiva, el presidente López Obrador lleva las de ganar, pues embarra todo con sus mañaneras de suspicacia al llamar corruptos a quienes reclaman la unilateralidad de la medida.

Por eso hay quien desde la sociedad civil ya cree que es momento de dar por perdida esta batalla y piden enfocarse en los pasos siguientes. Antes de que Morena eche a andar la aplanadora habría que negociar transitorios que den certidumbre de lo que ocurrirá al momento de desaparecer los fideicomisos: perder el dinero será malo, dicen quienes piensan de esa manera, pero quedarse sin el vehículo administrativo que les permitía el fondeo multianual de proyectos, captar recursos no fiscales o tener fondos para contingencias, sería catastrófico.

De ahí que hay senadores y académicos que en estas horas negocian letras chiquitas para ver si se pueden incluir plazos para contar con reglas de operación de la forma en que ahora podrían fondearse sin fideicomisos.

Pero esa negociación se antoja difícil, si encima las protestas no son nutridas. La pandemia también juega en contra de académicos de edad avanzada que no se pueden dar el lujo de apersonarse en una concentración.

En todo caso, más allá de la cantidad de manifestantes, la calidad de la protesta merecería que los líderes legislativos de un partido que se decía progresista recibieran a esos activistas y a los académicos del CIDE, una entidad pública de excelencia. O a lo mejor por eso mismo no los reciben. Porque los de Morena saben que no tienen argumentos, que saben vencer pero no convencer. Tienen la pura cerrazón, pues.

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