La Feria

El tiradero de Peña Nieto

No es sorpresa que hoy tengamos un bonche de obras no sólo inacabadas sino emproblemadas financiera y políticamente, escribe Salvador Camarena.

De pura casualidad, ayer vi a lo lejos a Gerardo Ruiz Esparza. Traje oscuro, corbata, lentes delgados, peinado fijo. Y sonrisa plena mientras abordaba típica camioneta de político afuera de un hotel de Polanco. Muy quitado de la pena. Nunca mejor dicho.

De pura casualidad, también ayer fui a Santa Fe y, como es natural si uno visita ese enclave, me topé con los pilares a medio construir del tren Toluca-DF que nos prometió, y que con dinero del erario comprometió, el gobierno (es un decir) en el que Ruiz Esparza fue, de principio a fin y contra viento y marea, secretario de Comunicaciones y Transportes. La orfandad de esa obra inconclusa daba pena.

Pena por constatar que estamos donde íbamos a estar. No es sorpresa que hoy tengamos un bonche de obras no sólo inacabadas sino emproblemadas financiera y políticamente. Y, por supuesto, el tren que conecta a la capital del país con la capital del mundo de Atlacomulco es sólo una, nada menor pero sólo una, de esas obras, del tiradero que dejó Enrique Peña Nieto.

Ruiz Esparza se placea en Polanco, uno de los lugares más públicos de la ciudad, apenas dos semanas después de que la Auditoría Superior de la Federación publicara que tan sólo en las obras del ya referido tren, del Nuevo Aeropuerto y del infame Paso Exprés encontró irregularidades, en el ejercicio presupuestal de 2017, por más de 4 mil millones de pesos.

Pero no era necesario el informe de la ASF para recordar el desastre del que venimos. En diversas partes del país, como Guadalajara, se constata que obras que han consumido miles de millones de pesos y que se prometieron para el final del sexenio están abandonadas, truncas, que son monumento de concreto y acero al modelo que hoy muchos dicen añorar.

El presidente López Obrador ha dicho que en la transición se les informó que se necesitarían mil millones de pesos para acabar la tercera línea del tren ligero de Guadalajara, esa obra que Peña Nieto fue, días antes de entregar la banda presidencial, a 'inaugurar'. Y hasta foto se tomaron Peña y Ruiz Esparza. Pena ajena.

Según el actual mandatario, las cuentas para ese tren ligero estaban mal hechas, por lo que se requerirán 3 mil 500 millones de pesos adicionales para terminar lo que Ruiz Esparza no calculó bien. La buena noticia es que AMLO ya dijo que sí tendrán esos recursos.

En cambio, para el tren de Toluca, según López Obrador se requieren 15 mil millones de pesos adicionales. Y no se ve para cuándo el gobierno consiga esos fondos.

Luego no nos extrañemos de que la retórica lopezobradorista tenga éxito cuando dice que las calificadoras ahora se preocupan por Pemex cuando en el pasado inmediato validaron modelos de administración cuya rapacidad, negligencia o improvisación están a la vista: el tren ligero de Guadalajara se programó en 17 mil millones, pero cuando se detuvo esa obra ya se habían gastado más de 25 mil millones de pesos…. y lo que falta.

Pero hubo más que eso: se dejaron inconclusas carreteras, varios hospitales y hasta museos. (Leer https://pajaropolitico.com/compromisos-pena-nieto/entrada/obras-infraestructura-retrasos)

Estamos atrapados entre un López Obrador, que en su gobierno privilegia mecanismos de asignación directa de obras, y una ortodoxia que clama que de ninguna manera, que lo que toca es licitar, concursar para que no salgan mal las cosas… ortodoxia que, sin embargo, hoy tiene que tragar sapos con la ruinosa herencia de Peña Nieto. Dilema que ni apena ni acongoja a algunos que visitan comederos de México o España como si no fuera con ellos todo lo que está detenido, todo lo pésimamente hecho de ese tiradero que fue el sexenio anterior.

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