La Feria

¿El traidor?

López Obrador cree que antes que traicionar, está cumpliendo su palabra, que todo lo que está ejecutando es para generar un modelo igualador.

El episodio más reciente ocurrió el jueves. Ese día, en La Ciudadela, parte de la comunidad cultural reclamó en una reunión sobre el futuro del Fonca que ellos habían votado por el cambio, pero que no estaban siendo tomados en cuenta por el mismo.

Antes habíamos escuchado algo similar de burócratas despedidos sin pago de finiquito, de titulares y beneficiarias de estancias infantiles condenadas a cerrar ante el dramático cambio en el monto y la forma de dar esos apoyos, y de mujeres que perplejas asisten a la constatación de que el candidato que apoyaron cerrará los centros donde se da refugio a las violentadas.

¿Está el presidente traicionando a su base electoral? La verdad es que, al menos en lo que corresponde a la votación del 1 de julio, esa 'base electoral' fue tan amplia y provino de tan distintos estratos sociales que es difícil asegurar eso.

Pero López Obrador cree que antes que traicionar, está cumpliendo su palabra, que todo lo que está ejecutando es para generar un modelo igualador.

Su idea, que tiene aspectos muy problemáticos, se concentra, como AMLO ha repetido sin cesar, en dos grandes ejes:

1.- Que toca al gobierno y sólo al gobierno el procurar la atención de aquellas cosas que requiere la población –por eso quiere que Pemex produzca la gasolina que consumimos y sólo la CFE nos venda luz–, y más aún tratándose de grupos vulnerables: él entregará novillonas, recursos para el cuidado infantil, préstamos a la palabra, plazas de trabajo temporal, refugios, becas para estudiar, productos con precios de garantía y hasta un aeropuerto para la Ciudad de México.

Y 2.- Que no hay agendas particulares sino una general, que una sola causa –atender a los más pobres y necesitados– resolverá todos los problemas (incluida la violencia), y que eso se financia con el uso austero de los recursos salvados al pillaje de la corrupción, y con matar instancias gubernamentales que algunos grupos creen indispensables pero él no. Esa es la nueva cornucopia.

Ese modelo fue explicado con nitidez el viernes pasado en Palacio Nacional en la conmemoración del Día de la Mujer, cuando López Obrador explicó que el cambio pasa por, contra lo que hizo "la política neoliberal", dejar de fraccionar.

"Se convirtió la política en un asunto gremial. Y era el movimiento feminista y es el movimiento de equidad de género y el movimiento para la defensa de los derechos humanos y el movimiento obrero y el movimiento campesino y así todos los movimientos. Y esto permitía que se mantuviese el régimen autoritario, porque cada quien se ocupaba de su movimiento. Nos ensimismábamos en nuestras causas, veíamos el árbol, pero no el bosque".

Así, frente a reclamos de este o aquel sector, AMLO cree que la sociedad aprendió a tener "cofraternidad en la causa específica, pero cuando se trataba de enfrentar a los opresores, a la mafia del poder, ahí ya era otra cosa" y que lo que toca es "unirnos todos, todas las causas para cambiar al régimen".

Por tanto, para AMLO no hay causas particulares, así que no reconoce traición alguna. Sus reclamos a otra parcela, chavos.

Y sólo por si hiciera falta decirlo. Este modelo de López Obrador tiene al menos tres pruebas que superar: que el gobierno que va a regar ese bosque sea eficaz, que esa causa no privilegie intereses meramente electoreros de Morena, y que –por si fuera poco– haga un milagro: que logre esa transformación de la mano de los mismos empresarios que en los últimos 30 años no han dejado para los más pobres ni zacate.

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