En su columna del miércoles, Sergio Aguayo agrupa a PRI, PAN y PRD bajo la frase "el trío opositor". Copio esa categoría para intentar unas líneas sobre la oposición. Y como ya se sabe que hay tríos de cuatro, pues sumo en la misma canasta a Movimiento Ciudadano.
A estos partidos México les debe 25 años de estabilidad macroeconómica y, simultáneamente, enorme desigualdad. De políticos de esos partidos surgió un carísimo si bien medianamente confiable sistema electoral, políticas de transparencia y acceso a la información, algunos órganos de fiscalización y/o regulación, programas sociales ahora desapareciendo (incluido el Seguro Popular) y un Tratado de Libre Comercio.
Lo que en tres décadas esos partidos no pudieron darle a México, aparte de la erradicación de la pobreza y un sistema equitativo de competencia empresarial y oportunidades laborales, fue un sistema policiaco eficiente, una justicia efectiva y una cultura de la legalidad.
No pocos de los que estaban en esos partidos ahora están en el gobierno federal. Sólo por si hiciera falta decirlo, el grupo que propone un cambio de régimen fue parte del sistema que desde el año pasado busca abolir.
Quizá porque los del trío opositor conocían a los nuevos gobernantes no les creyeron cuando escucharon que habría un "cambio verdadero". Quizá porque los del trío opositor habían gobernado y saben en carne propia de las enorme resistencias que se enfrentan, subestimaron a López Obrador y a su partido. El caso es que el trío opositor ha sido prácticamente borrado durante casi un año, si medimos este periodo en términos legislativos (desde el 1 de septiembre).
Porque a la oposición le pasó un poco lo que a algunos integrantes de órganos autónomos. Creyeron que López Obrador se iba a sosegar, que la silla lo convertiría en un Presidente más convencional, que se contendría, que todo sería como antes.
Dentro de quince días habrá Informe de Gobierno. El primero de Andrés Manuel López Obrador. Como ha ocurrido con otros rituales, ya veremos cómo cambia el mandatario la liturgia de ese día. De lo que no hay duda es que ese día AMLO correrá solo, sin sombra de eso que antes se llamaba oposición.
Si bien desde hace tiempo el 1 de septiembre ya no era el día para interpelar al presidente, esta fecha marca también la segunda llamada para el trío opositor.
Algo habrán aprendido (esperaría uno) priistas, panistas, perredistas y emecistas de los modos de Morena, que en este primer año de legislatura los ha planchado en casi todas. Porque incluso en las que parecía que a la oposición le habían hecho caso, los del trío opositor pronto descubrirían la chamaqueada que les dieron: por no poner más candados, por apoyar la Guardia Nacional, hoy son militares los que dirigen ese cuerpo aunque la ley diga otra cosa.
Se antoja difícil que el trío opositor pueda defender en el segundo año de la legislatura lo que queda de su legado. Para ello, para enfrentar a López Obrador y su fuerza demoledora, tendrían que aceptar que su paso por el gobierno está a juicio en tribunales y conversaciones. Insuficiencias y omisiones, indolencia y complicidades del trío opositor serán tema permanente si siguen como hoy, negados a reconocer en público los errores de ese modelo y ese pasado.
El 1 de julio de 2018 perdieron el norte. Ya pasó más de un año y su extravío sigue. López Obrador los vapulea cotidianamente mientras los del trío opositor no atinan a reconstituirse como alternativa creíble. Quizá creen que todo será como antes, que existe una puerta de retorno a antes. No la hay, pero ni de eso parecen darse cuenta los del trío opositor.