Calderón es la piñata favorita de las fiestas de Morena.
Allí donde haya una crisis o una polémica que sacuda, así sea levemente, a alguien del gobierno federal, los seguidores de AMLO recurrirán a la figura del expresidente y expanista para vestirlo de petate del muerto útil en todo aquello que convenga al régimen, su partido y su maquinaria de propaganda.
¿En qué año estaremos? ¿En 2020 o en 2006?
La fisura que abrió en México la elección de hace catorce años no sólo sigue abierta, sino que con maquinaria pesada el grupo en el poder trabaja denodadamente para profundizar el encono que nos dejaron aquellos comicios, marcados por la irresponsable acción de los empresarios en contra de López Obrador, la intromisión burda e ilegal de Vicente Fox desde Los Pinos y por las oscuras alianzas que el entonces candidato panista hizo con gobernadores del PRI y la maestra Elba Esther Gordillo.
Hoy, en tiempos del retorno de un hombre fuerte a la presidencia de la República, el PRI nada de muertito a tal nivel de excelencia que podría ganar unos olímpicos, la exlíder sindical guarda prudente y sana distancia, pero Calderón se pinta solo como carnada distractora para una ciudadanía que no perdonará al michoacano, entre otras cosas, el haber representado una oportunidad perdida que nos trajo de regreso a los priistas (¡y a qué priistas!), el haber lanzado sangrientos operativos contra el crimen organizado que nunca fueron acompañados de esfuerzos reales para resguardar los derechos humanos, y el no haberse atrevido a intentar desde el gobierno el modelo humanista del PAN que proponía una sociedad más justa, en vez del régimen de cuates, cuotas y business as usual con la IP que forjó su gobierno; a Felipe Calderón no le perdonarán, en pocas palabras, que nos dejó donde siempre habíamos estado: padeciendo mediocridad económica, escandalosa desigualdad y rampante impunidad.
El juicio al sexenio de Felipe Calderón nunca se hizo en la administración pasada. Y ahora un proceso en Estados Unidos en contra de quien fuera su poderoso y abrasivo secretario de Seguridad Pública es la chispa que encenderá regularmente una hoguera artificial –si hemos de constatar que en México no se han abierto genuinos procesos en contra del calderonismo– que servirá sólo de cortina de humo cada que la administración así lo requiera.
Porque Calderón es el personaje favorito del amlismo no para el papel del villano, ese lo tienen reservado para 'el innombrable', sino para usarlo de piñata, botana, de póngale la cola al burro, de postre y hasta para servirse la caminera de todos los burlesques y circos que los de Morena arman para desviar la atención, un día sí y otro también.
Y mientras ocurren esos escándalos mediáticos que no se ven traducidos en procesos formales (quizá porque los del gobierno no tienen parque), hay alguien que sonríe desde su exilio dorado.
Ese de la sonrisa se llama Enrique Peña Nieto. Cobró de presidente hace no tanto. Y sus amigos cobraron de su gobierno. Dejó, entre otras cosas, tanta o más violencia que Calderón. Tanta o más debilidad institucional que Calderón. Manoseó tanto o más a los órganos autónomos como Calderón. Pero con él los de Morena no se meten.
No lo hacen ni siquiera a la vista de una pandemia que viene a recordarnos que Peña permitió, solapó o alentó –usen el verbo que gusten– el latrocinio en detrimento, entre otras cosas, de los sistemas de salud de México. (Ver el estupendo reportaje de Zorayda Gallegos del lunes en El Universal: El gobierno de Peña Nieto desvió 320 millones de pesos que debieron usarse para ventiladores, uniformes y material quirúrgico, entre 2014 y 2018. (https://www.eluniversal.com.mx/nacion/gobierno-de-pena-nieto-desvio-del-imss-fondos-para-ventiladores)
Si las escaleras se barren de arriba abajo, quién estará hoy más 'arriba' en temas de corrupción y pendientes con la ley, el sexenio de Peña o el de Calderón. Pongamos que ambos. Pongamos entonces que la escoba no debería ser discrecional. A menos de que no se trate de combatir realmente la impunidad, sino sólo de atizar pirotecnia que nos distraiga de que, luego del terrible Covid-19, vendrá una factura económica que el gobierno de López Obrador no sabe cómo va a pagar.
Mientras eso pasa, Peña puede sonreír tranquilo. Andrés Manuel le cuida las espaldas mientras sus seguidores gritan señalando a Felipe: "¡Al ladrón, al ladrón!"