Visto desde lejos, Guadalajara es incomprensible. No soy original, lo reconozco, pero denme oportunidad de explicar algo singular que pasa en mi ciudad natal.
Empecemos con la aclaración. Al decir Guadalajara uno puede referirse lo mismo a Zapopan que a El Salto, municipios conurbados de esa zona metropolitana. Cuando digo que Guadalajara es incomprensible trato de decir que Jalisco es difícil de entender, y lo que ojalá algunos escuchen es que México entero es una locura.
Desde lejos, uno ve noticias sobre Guadalajara y cualquier chico día se entera de que un arroyo de nombre La Culebra se convirtió en sarcófago de cuatro personas. Así: vino el agua, creció la corriente, arrastró varios autos y tres mujeres y un hombre perdieron la vida. Así.
Luego empieza una discusión. Que si esas personas estaban en el arroyo mientras "jeepeaban", mientras andaban en su vehículo 4X4 en un terreno ad hoc para ese tipo de suspensiones; que no, que si en realidad ese, el arroyo, es el camino de entrada a una zona de Tlajomulco, donde el desastre inmobiliario que asfixia a Guadalajara tiene varias expresiones, una de ellas es usar ese afluente como calle.
Pero la tragedia está servida. Cuatro personas murieron la tarde del domingo en una más de las tormentas veraniegas que anegan la zona metropolitana tapatía cada año. Cuatro nuevas víctimas fatales de ríos y arroyos que sociedad y autoridades dejaron sin cauce al privilegiar la invasión del cemento y el ladrillo.
Las noticias desde Guadalajara sobre crecidas, desbordamientos y anegaciones se repiten como inevitables imágenes costumbristas de un tiempo pasado, de cuando a los primeros pobladores de aquel valle no les estaba dado calcular con sofisticados aparatos cuánta agua traería un temporal a la comarca.
Pero pasa uno la página y se da cuenta que el otro cúmulo de noticias de estos días provenientes de Guadalajara es por la Villa Panamericana, esa polémica y malograda edificación.
Ocurre que Sonia Serrano, reportera de NTR, desveló durante varios días una trama que huele mal.
La periodista tapatía dio a conocer que el gobierno de Jalisco ha pactado, en condiciones ventajosas, el remate de la Villa Panamericana a exfuncionarios, con una promesa de permisos que vulnera la autonomía del ayuntamiento de Zapopan, y sin decreto de protección o medidas de mitigación que protejan la zona ambiental donde se asienta el conjunto que sirvió para hospedar a los atletas de los Juegos Panamericanos de 2011.
Es añeja la polémica desde que un gobierno panista decidió la construcción en ese lugar, los linderos del bosque de la Primavera, de la Villa Panamericana. Pero la novedad es que la "solución" que pretende el gobierno de Enrique Alfaro es rechazada por todos los que ven que lo único que propiciará es una densidad poblacional indebida en una zona forestal y de recarga, y más permisividad a quienes violentan las reglas.
Las noticias sobre la Villa Panamericana, y sobre ampliaciones de otros fraccionamientos que con trampas e ilegalidades destruyen el bosque de la Primavera, se dieron a conocer pocos días antes de la muerte de cuatro personas arrastradas por un arroyo. Y es precisamente ahí cuando Guadalajara se vuelve incomprensible.
Las muertes y la devastación por lluvias están relacionadas con la Villa Panamericana, con fraccionamientos como El Cielo, es decir, con unas autoridades –de ayer y de hoy– y con una sociedad que no prioriza, por sobre todas las cosas, la protección de las personas, y por tanto del medio ambiente.
Están viendo los muertos y no ven que deben corregir. Allá, y en otras partes. Incomprensible.