En lo que resta del año, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) tendrá 75 por ciento menos de presupuesto para servicios generales, materiales y suministros. Dicho en otras palabras, a ese organismo le recortarán 151 millones de pesos.
Esta noticia trascendió el miércoles por la noche, luego de la reunión de la junta de gobierno de ese instituto.
El anuncio del recorte se supo luego de que a inicios de semana se publicara que el gobierno federal pretendía suprimir 37 millones de pesos para el programa de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM). El tema suscitó polémica por dejar a los estados con más feminicidios sin presupuesto, y se dijo que darán reversa a tal medida. Hasta no ver, no creer.
Pero en el Inmujeres no sólo no hubo reversa, sino que ayer, en la cuenta de Twitter de ese organismo, se justificó tal medida al señalar que "los programas y las acciones sustantivas para la igualdad están más vigentes que nunca".
Además, minimizaron el golpe presupuestario al señalar que se trataba de un ajuste en gastos operativos que "corresponden a insumos de papelería, viajes, viáticos, estudios e investigaciones, comedor, entre otros. Todo nuestro esfuerzo, compromiso y recursos disponibles están dirigidos a cerrar las brechas de desigualdad que viven las mujeres".
Otras informaciones dieron cuenta de que la titular de la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, que forma parte de la junta del Inmujeres, pidió a quienes integran ese instituto hacer más con menos, o de pérdida hacer lo mismo que venían realizando, pero con tres cuartas partes menos de dinero para "papelería, viajes, viáticos, estudios e investigaciones, comedor".
No es difícil entender a López Obrador (él quiere dinero para sus programas preferidos y para sus tres megaobras, y lo demás no le interesa), lo difícil es comprender por qué gente que tenía un prestigio, trayectoria o carrera antes de entrar a esta administración se someten sin más a designios ilógicos, por no llamarlos imposibles o ridículos, como lo es el tratar de minimizar un golpe presupuestal de 75 por ciento.
Cuando en febrero de 2019 Nadine Gasman fue nombrada al frente del Inmujeres, recibió una cascada de felicitaciones, de militantes de varios partidos e incluso de ONU-Mujeres. En ese entonces, Sánchez Cordero hasta hablaba de mandar iniciativas al Congreso para "dotar de dientes" al organismo.
Ahora, Gasman y Olga salen a tratar de justificar que se quite el presupuesto para estudios, viajes, investigaciones y papelería. ¿Qué se dirá esta gente cuando llega a su casa en la noche y se ve al espejo? Ni idea.
O quizá son presa de algún síndrome que les impide recobrar la dignidad necesaria para renunciar a lo que no sólo es imposible, cumplir una tarea a favor de las mujeres con recortes draconianos, sino injustificable en un país con la violencia de género como el nuestro. Ni idea, tampoco, de cómo se llame este síndrome, ¿acaso apejamiento?
Aunque siempre hay ejemplos de dignidad. Siempre. Ahí está el caso de Mara Gómez, que dejó hace tres semanas la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y al exponer sus razones habló de cómo se ha pervertido ese organismo, donde se lucra con el dolor, pero también en su carta de renuncia criticó algo medular del amlismo: "no se puede transformar una institución y atender eficazmente las responsabilidades que le competen si no se cuenta con el apoyo necesario, tanto económico, como institucional".
Mara Gómez no se inmoló en algo imposible e irresponsable. Las otras sí. Y por estas últimas pierde México.