La Feria

Jaque al rey

La declaración de guerra no puede ser respondida a tontas y locas, pero tampoco debe tolerarse.

La delincuencia ha lanzado un desafío sin precedente al intentar el asesinato de Omar García Harfuch. Hoy la duda es qué hará el presidente Andrés Manuel López Obrador ante la inseguridad, ese cuarto caballo del apocalipsis del momento actual de México, tan crítico que apenas si se puede exagerar.

No por fallido el atentado disminuye en gravedad. Frente a tan demencial afrenta, la mejor noticia es que la vida del jefe de la policía capitalina está fuera de peligro. Mas, que los criminales fallaran en su intento debería abonar a la fortaleza de las instituciones.

Para esto último, se requieren pasos concretos y determinantes, signos claros –incluidos resultados– que dejen en la sociedad la certidumbre de que la República no está en riesgo de ser sometida por la criminalidad.

Al decidir la caza de García Harfuch, los delincuentes apuntaron al policía de más prominencia en el país. Tiene en sus manos la mayor corporación policial del país, la gran responsabilidad de someter a cárteles que han ido tomando a la capital como botín y una visibilidad mediática sin competencia, luego del desmantelamiento por el actual gobierno de la Policía Federal.

De haber logrado su ruin objetivo, los criminales habrían asestado un golpe mayúsculo a las instituciones del país. Así de poderosos se sienten: pretendieron un magnicidio en el corazón de las Lomas de Chapultepec, en un día laboral y mediante un operativo que deja en claro su capacidad para moverse en Ciudad de México e infiltrarse en la Policía, pues sabían de antemano la ruta y la logística del secretario.

La respuesta ante la intentona debe ser una bocanada de oxígeno que infunda confianza en la sociedad, y un punto de inflexión para las instituciones encargadas de la seguridad y la justicia. La declaración de guerra no puede ser respondida a tontas y locas, pero tampoco debe tolerarse. Con total respeto al marco de la ley, el Estado no puede dejar espacio a ser desafiado impunemente.

Si García Harfuch no fuera dueño de una sólida carrera que incluye lo mejor del modelo policial que hoy ha sido desterrado por un gobierno federal que ha preferido la opción militarizada; si no contara, por su trayectoria, con el reconocimiento de distintos actores atentos a los temas delincuenciales; incluso si no se destacara que a últimas fechas la ha emprendido en contra de grupos criminales que pretenden imponer condiciones en la capital; si todo eso no fuera suficiente para hacer la defensa de este policía, hay que dejar apuntado que intentar su aniquilamiento implica un desplante mayúsculo: ir contra él, es ir contra Sheinbaum, que es ir contra López Obrador. En ese tablero, es obvio el jaque al rey.

La respuesta del Presidente de la República ha de ser pulcra en lo legal, y perfecta en lo político. Porque estamos frente a un punto de inflexión en el sexenio, y AMLO no tiene margen para equivocarse.

Ha transcurrido ya la cuarta parte del periodo para el cual fue elegido López Obrador. Ahora, este jefe del Estado mexicano tendrá que lidiar con una batalla de cuatro frentes. Hay crisis sanitaria y económica; la primera durará varios meses más, pero sus consecuencias se prologarán por años. Hay, además, grave turbulencia en lo político, sismo generado desde Palacio Nacional, pero hoy es ya irrelevante señalar ese origen: la polarización es casi irreversible de cara al 2021. Y ahora, la criminalidad –que nunca dejó de crecer– ha salido del armario y quiere someter desde el mismísimo Paseo de la Reforma al poder federal.

El momento no podría ser más delicado. Para quitarse de encima el jaque que le han pretendido poner los criminales, López Obrador tendrá que echar mano de toda su astucia política, de algo de la inteligencia de varios de sus colaboradores, de la completa lealtad de su equipo y, ojalá lo entienda, del apoyo que podría concitar en grupos que tradicionalmente no le son afines pero que, en esta batalla, le respaldarían para que someta a quienes pretenden someterlo a él y a todo el país. Ojalá, reitero, lo entienda. Ojalá tenga sabiduría y corra con fortuna para responder al enorme desafío criminal. A todos nos conviene. A todos.

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