El presidente de la República Andrés Manuel López Obrador cada mañana de entre semana, y a diversa hora en los sábados y domingos, intenta establecer la verdad de lo que ocurre.
Para ello, el mandatario cuenta con la ayuda de canales oficiales, de medios que deberían obedecer al interés del Estado más que del gobierno, objetivo que no se ha logrado del todo desde siempre: su conferencia mañanera es transmitida por medios públicos, que no contextualizan los dichos de AMLO.
Así, la voz presidencial, el funcionario –por mucho– más importante y más reconocido en la sociedad mexicana, difunde cada día lo que el gobierno asegura que son los hechos. Dice cosas como que la delincuencia ya habría llegado a un pico y podría comenzar a ir para abajo.
Las palabras textuales del Presidente al respecto el lunes en la mañanera fueron: "Ya tenemos resultados, ya se ha podido detener la escalada de violencia, el ascenso de cómo iba creciendo la incidencia delictiva, cómo hemos estabilizado primero, y yo espero que empecemos a disminuir la incidencia delictiva".
¿Es eso verdad? El Presidente sabe que desatará una discusión sobre las cifras de la violencia en la que especialistas de diversa estirpe darán o no la razón al mandatario, dependiendo de algunos enfoques, o de tomar carpetas por homicidios, o por robos, y un largo etcétera.
De forma que una torre de Babel se activa de inmediato, tras la voz presidencial, en las redes y en los medios… sin embargo, ¿alguna de esas voces, coincidente o discrepante, será tan escuchada como la del tabasqueño? Difícil de establecerlo. Menos aún cuando al día siguiente, el titular del Ejecutivo puede insistir en su dicho, y llegar al extremo, frente a evidencia que no le favorece, de desestimar tales aseveraciones señalando que él tiene "otros datos".
Hoy el Presidente parece afanado en que los mexicanos crean que su gobierno no ha recibido recomendaciones por parte de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Ayer, frente a una delegación internacional de visores de la libertad de expresión, presente en la mañanera, repitió eso en dos ocasiones. En la primera de ellas aseguró: "Nosotros hasta con esta Comisión de Derechos Humanos nunca hemos recibido una queja o una resolución, una recomendación de derechos humanos, de violación a derechos humanos, en el tiempo que llevamos. Y no es sólo porque sea nuestro deber político respetar los derechos, es una convicción, no nos vamos a negar a nosotros mismos".
El Presidente sabe que no es verdad. No sólo recibieron una recomendación por el tema de la cancelación del programa Estancias Infantiles, sino que la rechazaron con una durísima carta de la Secretaría de Bienestar. (Hay otras recomendaciones sobre omisiones en el gobierno federal en el caso de la protección de la vaquita marina y de la obesidad infantil, y en temas relacionados con la procuración de justicia el mes pasado a este gobierno se le emitió una recomendación en contra por no garantizar los derechos de personas privadas de su libertad, estas provenientes de quejas de asuntos que venían desde otras administraciones).
Las aseveraciones de López Obrador, queriendo imponer una visión irreal de que su gobierno está exento de recomendaciones (además de las ya mencionadas hay otras, e incluso es previsible que llegarán más, pues la documentación de esos instrumentos no son de un día para otro) se dan, por si fuera poco, en medio de un cuestionado proceso de relevo de la CNDH, donde se ha acusado a su administración de tratar de influir para que el ombudsman sea una persona cercana a Morena.
Imaginemos el futuro: gracias a medios oficiales, a redes sociales, a reportes de prensa sin contexto y a su talento y machacona insistencia, el Presidente logra imponer en un sector no menor la noción, sin fundamento y falsa, de que su gobierno es uno que no recibe recomendaciones de la CNDH. Con eso, López Obrador crea una realidad aparte, una que el actual ombudsman ya no tendrá fuerza para contrarrestar, una que el próximo titular de la CNDH no tendrá interés en contravenir, y si acaso cuando llegue prueba en contrario, ésta tardará meses en establecer una nueva realidad.
Ese panorama nos lleva a un déficit social, a perder una de las pocas instituciones que sobrevivieron con prestigio a las alternancias, una de las pocas esclusas no partidistas donde muchas víctimas podían obtener respaldo, acompañamiento y eventualmente aspirar a justicia.
Pero al machacar que no hay recomendaciones para esta administración, lo que en realidad hace AMLO es desvanecer no sólo instrumentos legales existentes, sino el peso y la importancia de la CNDH. Esas fake news son dardos contra la solvencia y fuerza de una institución crucial para nuestro país, que está siendo enviada al rincón de lo irrelevante.
De todo el desmontaje institucional de este año, quedaba poco de los órganos autónomos. Ahora quedaría menos.