Para el gobierno de México, derivado del nuevo coronavirus, el país vive una situación sanitaria que no representa intrínsecamente una crisis.
La pandemia por Covid-19 ha sido administrada por el Poder Ejecutivo federal como una circunstancia que no podía tener como desenlace el convertirse en una situación límite o crítica.
Para tal efecto había básicamente dos caminos: salir a hacer pruebas masivas, coordinarse con los gobernadores, centralizar estratégicamente la compra y distribución de equipos para la atención médica y, sobre todo, detectar, oportunamente y a nivel nacional, los contagios a fin de controlar brotes incluso antes de que pudieran ocurrir a nivel masivo. Todo lo anterior no sucedió. Es decir, no se conjuró la crisis por la vía de los hechos.
La alternativa, si se puede llamar así, fue asumir que la crisis sanitaria no iba a existir porque el manejo de la comunicación oficial fijaría una realidad mediática en la que nunca se llegaría a ese escenario de quiebre.
Esta explicación de lo que estamos viviendo pudiera parecer absurda, mas no necesariamente está condenada a ser fallida.
López-Gatell es lo mejor que pudo sucederle a AMLO en este año. El Presidente tiene en la Secretaría de Salud a un señor con títulos universitarios colgados en la pared que pone su pericia discursiva, que no de gestión sanitaria, al servicio de una estrategia gubernamental que a todas luces ha sido consistente: siempre minimizó el riesgo, siempre fue optimista, siempre descartó cualquier informe o reporte que evidenciara los grandes riesgos que se avecinaban o las falencias de sus cifras, siempre apeló a ser poseedora de la verdad única.
Hoy los mexicanos padecen el estrés de recibir mensajes contradictorios. Algunos medios de comunicación registran los informes, periodísticos o académicos, nacionales o internacionales, que alertan de las inconsistencias de los reportes de López-Gatell. La gente escucha eso, sí, pero al mismo tiempo es bombardeada con la propaganda gubernamental que, si bien insiste en la sana distancia, cada día habla más de apertura y curvas controladas antes que de la permanencia y explosividad del riesgo viral.
De tal forma que para el gobierno la crisis sanitaria no existe. Ni como posibilidad.
Cada tarde a las 19:00 horas se ejecuta la representación de un montaje que no ataja los problemas reales.
La semana pasada, en los días de los peores incrementos de contagios o decesos, la así llamada rueda de prensa vespertina se dedicó a todo menos a responder preguntas sobre la gravedad de los números, empeñados como están en saturar los espacios comunicativos sin dar espacio a los cuestionamientos. Hablan y hablan pero no informan.
Esto no es novedad, sólo que tampoco es pertinente dejarlo pasar sin registro: López-Gatell encabeza una maquinaria que desvía la atención cotidianamente.
La intentona de controlar mediáticamente la situación para que nunca se convierta en crisis cuenta con situaciones que podrían ser vistas como aliadas en su idea de no rendir cuentas. Entre ellas las siguientes:
-En México los problemas de atención en los sistemas de salud públicos son añejos, así que la población da por descontado que en esa última etapa médicas y enfermeros intentarán obrar milagros con los pocos instrumentos que tienen al alcance.
-Las afectaciones serán, como en otros países, más grandes en los grupos más necesitados, esos que son los que menos influencias tienen para hacer ruido y/o demandar solución a sus problemas.
-El acopio de las cifras oficiales de los sistemas de salud pueden tardar semanas, son de dudosa calidad y no obedecen a criterios de máxima transparencia. Por tanto, monopolizar ese flujo es sencillo para los 'Gatell boys', que de un día a otro y como si nada anuncian que hay casos de 'portadores' asíntomáticos de los que no han reportado nada en meses.
-Las 'ruedas de prensa' vespertinas terminaron por copiar el modelo de las mañaneras, donde no se puede realmente cuestionar a los funcionarios, que manipulan el turno de las preguntas, desdeñan las mismas al tiempo que privilegian a paleros.
Con todos esos elementos de su lado, y con la determinación de hablar de apertura antes que de los riesgos por el Covid-19, el gobierno deja en claro que para AMLO y sus colaboradores la pandemia se trata de un asunto comunicacional, no sanitario, de una realidad que se resuelve con verborrea, no con personal médico suficiente y equipamiento adecuado. Y así nos vamos a echar otros (demasiados) meses.
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