En las próximas tres semanas presenciaremos el choque de dos ferrocarriles a toda marcha. El gobierno que ha prometido un cambio radical no modifica ni el ritmo ni el curso de su fallida fuga hacia adelante en el tema de género. Las mujeres, por su parte, con apenas organización, pero mejores argumentos que la administración, están espoleadas no solo porque les asiste la razón y ha llegado el tiempo de no esperar más, sino porque los casos agraviantes no hacen sino acumularse día a día con muertes de niñas o carnicerías de novias, además explotadas por la prensa buitre. ¿Qué pasará?
El gobierno de la República está maniatado por la decisión de su jefe máximo de no tener un gabinete funcional.
Como presidente, Andrés Manuel López Obrador no tiene adultos en el cuarto, como se dice en otro idioma. El tema de los feminicidios confirma la inoperancia de un equipo que ni disiente, ni enriquece ni complementa —en este y muchos asuntos— las ideas (es un decir) del primer mandatario. Pero que tampoco asume sus respectivas responsabilidades, más allá de lo que declare el tabasqueño.
La administración se ha metido solita en un problema que agrava una situación ya de por sí dramática.
La lógica habría indicado que la llegada de un gobierno que se presume de izquierda, que hincha el pecho al reclamar más calles, monumentos y declaratorias cívicas para las heroínas de las revoluciones, que prometió igualdad y que hasta puso en la otrora oficina más importante del gobierno interno a una mujer; la llegada pues de un gobierno que buscaba distinguirse de panistas mojigatos y del priismo machín del Edomex debía haber significado una atención más integral, moderna y participativa de los retos que enfrentan las mexicanas, siendo la violencia mortal solo el más grave, pero para nada el único.
En vez de ello, en un año y medio se ha creado un desencuentro, un enfrentamiento de esos que se alimentan no solo de agravios históricos, sino por el desencanto del actuar (es un decir) gubernamental diario.
Porque a pesar de todo —su inexplicable alianza electoral con partidos confesionales, por ejemplo—, AMLO sí representó una opción de cambio para las votantes, esas que ahora se le voltean no solo al Presidente de la República sino a una de sus colaboradoras más cercanas, y más fallidas en empatía e inteligencia para salir de las crisis, como es Claudia Sheinbaum, Lady "Ahorita No" Hablo de (ni trabajo para) las Mujeres.
Lo que Olga Sánchez Cordero y la jefa de Gobierno de Ciudad de México parecen no entender es que sus actuaciones lucen más lamentables que los dichos mismos del Presidente de la República. La primera debería recordar que la gobernabilidad y la protección de las mujeres es su encargo formal, y la segunda, además de represión con humo, no articula una política de prevención real de la violencia callejera y menos la revictimización de mujeres en los MP.
Ya no vale la pena preguntar si de verdad no habrá quien sea capaz de ayudar a este gobierno a salvarse de la tozudez de su líder único. De la misma forma que es irrelevante pensar en que lo fundamental es desactivar las protestas (o evitar los rayones a los edificios públicos, patrimonio histórico, o no).
Lo único importante hoy es que las mujeres han decidido que es el momento del hartazgo ante condiciones tan adversas, violentas y desiguales, y que ya no admitirán balbuceos llenos de lugares comunes o chafas teorías de la conspiración —ver en todo problema "la mano neoliberal"— que solo injurian el dolor de las muertas y violadas.
De aquí al 8 de marzo, una fecha en el calendario que ojalá desapareciera pronto como símbolo de que se ha avanzado lo suficiente en condiciones de equidad y seguridad para ellas, tendremos reclamos y manifestaciones que los gobiernos, de cualquier signo pero el de la República más, difícilmente podrán contener.
Y es que en el fondo la administración no solo carece de políticas de género transversales, o capacidad de empatía frente a los problemas; es peor: no tienen la voluntad de ver más allá de sus narices, esas que en cualquier lado olfatean una conjura de opereta y no, como en el tema de los feminicidios, una tragedia que no admite improvisación ni dilación.
Si Morena insiste en no trabajar con las mujeres para el diseño de las respectivas políticas públicas, el choque de trenes es inevitable. El saldo preocupante de tal colisión no es el destino de la administración (esas van y vienen electoralmente), el problema será que ellas seguirán siendo las muertas, las violadas, las golpeadas, las vejadas, las acosadas... El cambio para ellas habrá valido cero. O dicho con todas sus letras, madres.