Complete al gusto la siguiente frase: El gobierno de Andrés Manuel López Obrador redujo a la Secretaría de Gobernación…
Su respuesta, insisto, al gusto puede ser: le redujo el perfil, las funciones, las subsecretarías, de importancia, la relevancia y, por supuesto, los recursos económicos.
Es noticia que a Bucareli le quitaron 90 por ciento de presupuesto entre 2019 y lo que se pide a la Cámara de Diputados que apruebe para 2020. Y claro que la primera explicación que tal reducción obedece, sobre todo, a que ahora en esa dependencia ya no se encuentran las labores de Seguridad Pública, convertidas de nuevo en este sexenio en una secretaría aparte.
Vale. Y también es cierto que en ese adelgazamiento hay que descontar que Protección Civil también abandonó el palacio de Covián para irse a los fueros de Alfonso Durazo.
Bueno. Pero incluso así, la reducción es clara en varios de los rubros que sí le quedaron a Segob (Comunicación Social y cuestiones administrativas, por ejemplo); aunque justo es reconocer que los temas de derechos humanos (el encargo de Alejandro Encinas) y las cuestiones relacionadas a migración (que en los hechos le reporta a Marcelo Ebrard) sí tuvieron un aumento significativo.
Al final de cuentas, muletilla nunca mejor empleada, tenemos que Olga Sánchez Cordero es titular de una minisecretaría de Gobernación. La pregunta es si eso debe traducirse en que tengamos una minigobernabilidad. O dicho de otra manera, si Gobernación ya no se ocupa de la gobernabilidad, ¿quién sí se hace cargo de eso?
Por ejemplo: ¿quién procesa la inteligencia? ¿El Presidente? ¿Marcelo? ¿Las Fuerzas Armadas? ¿Todos los anteriores, ninguno de los anteriores?
Porque ya que estamos hablando del Ejército, ¿no sería hora de preguntarnos cómo es que integrantes de nuestras Fuerzas Armadas han resultado tan frecuentemente sorprendidos y sobajados por "pobladores" enardecidos? ¿No es labor de una secretaría del interior el mapeo de focos rojos, de situaciones críticas que pueden salirse aún más de control y convertirse en un desastre mayúsculo?
Independientemente del clamor que genera en redes sociales y medios ver imágenes de un Ejército que no responda a las agresiones, ¿no deberíamos preguntarnos quién es el responsable de que, en primerísimo lugar, las Fuerzas Armadas no terminen tan a menudo en una zacapela?
O quién es la responsable de que los legisladores del partido en el poder no se metan el pie en su intento de agandallarse la presidencia de la Cámara de Diputados, de que haya buen diálogo entre las fuerzas en el Congreso, de que un asunto particular –la ambición de Morena– no comprometa la marcha de un poder de la República... ¿Nadie? ¿El Presidente únicamente? ¿O sea que ya ni como fusible sirve la Segob?
Qué decir de la intentona de Jaime Bonilla en Baja California. La mano de la minisecretaría no sólo no se ve, sino que se contradice, pues a un subsecretario sí le gusta que los periodos de elección se amplíen a contentillo del ganador.
Finalmente, no quiere uno pensar qué va a pasar cuando alguien tenga que preguntarse qué hacemos con Veracruz, en la ruta de la enésima crisis social, o con Michoacán, donde la guerra ha renacido, si Gobernación parece lejana a ser el barómetro que sirva para ponderar la volatilidad de esas atmósferas.
Y en esas estábamos cuando en la minisecretaría salieron (también por enésima vez) con el rollo de que hay que hacer una cédula de identidad. ¿No será que Morena quiere quitarle al Instituto Nacional Electoral la expedición (presupuesto incluido) de la hasta hoy tarjeta de identificación por excelencia que es el INE y así devolverle, aunque sea vía artificial, algo de peso a la minisecretaría? Muchas preguntas. Muchas.