Por más lejos que parezca ese día, la pandemia por Covid-19 en algún momento desaparecerá. Será una enfermedad más, y la vida recobrará eso que llamábamos normalidad. Cuando México arribe a tal momento, la tarea en materia de salud, sin embargo, estará lejos de haber concluido: si algo ha mostrado esta plaga es la profundidad de la deuda que el país tiene, en materia de salud, con los mexicanos más pobres.
Para documentar el pesimismo, aquí algunos de los hallazgos de "La muerte tiene permiso. Reportaje especial sobre mortalidad, sistema de salud y pobreza", que, con dedicatoria expresa al cuentista Edmundo Valadés, comenzó a circular a finales de octubre. Elaborado por Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, repasa la realidad de un país donde "mueren antes quienes viven en pobreza".
El reporte destaca la dualidad de una sociedad que se burla de la muerte, pero no hace nada para remediar la maldición de que "70% de las muertes en MX de personas menores de 75 años son prematuras, sucedieron por causas evitables (2000-2018)" en un contexto en el que "los conocimientos y tratamientos para evitarlas están disponibles en las unidades de salud. Pero no siempre en forma adecuada y oportuna. La mayoría son muertes por fallas sistémicas: por personas que no fueron atendidas, o por omitir acciones preventivas y de detección de riesgo, o por falta de seguimiento a quienes ya tienen enfermedades detectadas, o por las citas que posponen la atención por semanas y meses, o cuando no se entregan los medicamentos y no se completa el tratamiento".
El diagnóstico revela datos alarmantes. Uno: "La mortalidad por parto se ha incrementado en 2020. 31% más que en 2019 y 38% más que en 2018 a la fecha (mediados de octubre)". Y dos: "entre 2019 y 2020, hay una reducción generalizada en la detección de enfermedades. Esto es muy grave, pues impide cualquier tratamiento y contención posterior".
No deja de ser una funesta ironía que justo las comorbilidades a las que se quiere culpar por las muertes en la pandemia están siendo subdetectadas en porcentajes de escándalo. Así lo ejemplifica el estudio: en Guerrero hay 44% menos detección de hipertensión arterial; en diabetes mellitus ese mismo estado y las dos Baja California reportan 42% menos detecciones; mientras que, con respecto a obesidad, en Nayarit la detección cayó 62%, en Campeche 59% y en Yucatán 57%. ¿Si no se detectan, cómo se les va a tratar con la debida oportunidad? ¿Hace falta decir que "la menor detección de enfermedades de mayor impacto coincide con la etapa de la pandemia"?
Las disparidades institucionales que hacen que los pobres paguen con más muertes se deben, expone el estudio, a:
-El Estado invierte menos en la salud de la población con mayores carencias y pobreza. Profundiza la desigualdad.
-El gasto por persona para personas sin seguridad social es poco más de la mitad de lo asignado a la seguridad social y cinco veces menos que para los servicios de Pemex.
-El Estado invierte aún menos para comunidades indígenas y rurales marginadas, atendidas por IMSS Bienestar.
El reporte calcula que terminaremos el año con 115 mil fallecimientos oficiales por Covid-19. Pero si a lo largo de estos meses se detectan menos padecimientos crónicos (y por ende no reciben adecuado tratamiento), si está subiendo la mortalidad materna, y si se siguen invirtiendo menos recursos en la atención sanitaria de los pobres, no hará falta un nuevo coronavirus para que los mexicanos más desposeídos sigan poniendo muertos por esta crisis, más allá de la fecha en que demos por concluida la pandemia. Ellos también regresarán a su terrible normalidad.