En el año 2000, Reforma puso a varios periodistas a planificar el lanzamiento de reforma.com. Entre ellos me encontraba yo. Por aquellos años, internet era una gran promesa, pero también una enorme incógnita. ¿Cómo se montaban sitios web y cómo se hacía periodismo en la red? Esas preguntas se repetían en todas las redacciones e incluso en muchas universidades. Para tratar de contestarlas, muchos asistimos a todo tipo de foros en los que supuestamente se nos iba a develar el santo grial que eliminaría toda duda.
Han pasado 20 años –todavía en 2019 fui a uno de esos foros en EU– y las interrogantes son más o menos las mismas. Sin embargo, una de las grandes lecciones que aprendí muy pronto en esos viajes es que si algo en internet no funciona, nunca es culpa del lector, ciudadano, navegante o como le quieran llamar.
"Es como ir a la máquina que vende refrescos", nos dijo dos décadas atrás un experto en la universidad de Berkeley. "Seleccionas el producto, pones el dinero, y tomas de la bandeja tu bebida. Así de fácil debe ser siempre, si no, algo hiciste mal tú, que pones la máquina, no el que paga por usarla".
Así con el internet del año 2000, o con los sitios y las apps de 2020; así de sencillas y efectivas, por ejemplo, deberían ser apps o internet del Gobierno de la Ciudad de México (incluido el 911 o Locatel) para orientar a la gente sobre a qué hospital llevar a un contagiado de Covid-19 que presente evidentes síntomas de gravedad.
El 29 de abril, a las 2 de la mañana, Jéssica Hernández publicó en Twitter un testimonio del angustiante peregrinar que ella y su familia padecieron a la hora de tratar de ingresar a su tío.
"@SSaludCdMx @Claudiashein desde las 16:00 de ayer estamos buscando hospital para que reciban a familiar con COVID, donde dice @Locatel_mx que hay lugar llegas y no, y donde sí hay no lo reciben por falta de médico para revisión, en INER sólo le dieron oxígeno para que aguante", publicó Jéssica en su cuenta de esa red. "Esto es negligencia, no puedes tener horas paseando a un enfermo que además es riesgoso para los demás por infección".
La crónica de ese padecer fue reporteada por Jorge Ricardo, de Reforma, y publicada el viernes pasado, cuando dio cuenta de que la odisea de los Hernández se dilataría toda la noche del día de la denuncia, y que el enfermo fallecería 15 días después.
Ese caso evidencia lo que el gobierno capitalino tiene que mejorar –mucho– en su esfuerzo por orientar a los que necesiten ir a un hospital para tratarse de este coronavirus. Y no es el único caso, Pablo Ferri ha consignado en El País (https://elpais.com/sociedad/2020-04-24/ciudad-de-mexico-se-asoma-a-los-limites-por-la-avalancha-de-casos-en-urgencias.html) otros testimonios, y está el de Jesús Sesma, quien denunció en Twitter que tenía a una persona enferma de Covid-19 deambulando por hospitales que lo rechazaban a pesar de que en la app o en Locatel les decía que había disponibilidad. En este caso el recorrido por nosocomios duró siete horas.
Volviendo al calvario de la familia Hernández. Creo que si recurrimos a Google Maps entenderemos mejor la aberración de hacer desperdiciar a un enfermo un tiempo que pudiera ser crucial para su oportuno tratamiento.
Porque si descontamos los largos tiempos de espera que los Hernández tuvieron que hacer en cada parada, ver desagregada, en kilómetros o en tiempo, la desaforada ruta por atención médica, nos habla de una locura si lo que se pretende es una pronta atención.
Aquí el desglose de lo que hicieron Jéssica y su familia:
-Del Hospital Belisario Domínguez, Iztapalapa, fueron al hospital habilitado en el Centro Banamex, Miguel Hidalgo: 38.1 kms, 44 min.
-Del Centro Banamex, Miguel Hidalgo al Hospital Enrique Cabrera, Álvaro Obregón: 14.4 km, 23 min.
-Del Hospital Enrique Cabrera al Hospital INER, Tlalpan: 18.3 km, 28 min.
-Del Hospital INER, Tlalpan, al Hospital Pediátrico La Villa, Gustavo A. Madero: 29.7 km, 47 min.
-Del Hospital Pediátrico La Villa, al Hospital Ticomán, Gustavo A. Madero: 2.1 km, 7 min.
-Del Hospital Ticomán, Gustavo A. Madero de regreso al Hospital Enrique Cabrera, Álvaro Obregón: 23 km, 43 min.
En suma: 126 kilómetros o tres horas 12 minutos de peregrinar buscando atención médica para terminar en un hospital, el tercero, que habían visitado.
Dicho de otra forma, es como sentirse mal en el centro de la Ciudad de México y acabar en un hospital de Atlacomulco, a 126 kilómetros de la capital, pero muchas horas después. Irracional por donde se le vea. Igual si de inmediato te dijeran que fueras a la cuna de Peña Nieto para atenderte, pues hasta en menos de dos horas llegarías en cualquier vehículo normal.
Las apps, los sitios de internet, la orientación vía Locatel, etcétera, constituyen herramientas cruciales para dirigir adecuadamente al ciudadano en un momento de emergencia, sea por desastre natural o pandemia.
La condición es que esos métodos sean intuitivos y efectivos, como cualquier máquina expendedora de refrescos. Porque tampoco es que el internet sea, en plena pandemia, algo nuevo para la gran mayoría de los capitalinos. Y el Locatel ni se diga.
Pero si hay denuncias de que no funcionan, no es culpa de la gente, sino de quienes diseñaron y operan esas herramientas, que deben ser eficaces en el 100 por ciento de los casos si hay de por medio vidas humanas.