La Feria

Lecciones de Nueva York

Son palpables las diferencias entre la atención que se recibe en un hospital privado y uno público, para pacientes con Covid-19.

En la pandemia hay todavía muchas páginas por escribirse. Pero ya hay lecciones. Y también hay sociedades que se están atreviendo a revisar sus fallos a la hora de lidiar con el Covid-19. ¿Podrá México, su sociedad y su gobierno, aprender en cabeza ajena, incluso cuando en nuestro caso las cifras están lejos de mostrar que, contra la versión oficial, estemos venciendo la tragedia?

El podcast The Daily del periódico The New York Times publicado este lunes se intitula 'Los errores que Nueva York hizo'. Michael Barbaro, el conductor de esa exitosa emisión, introdujo así el tema: "Una investigación del Times encuentra que, para una persona, sobrevivir al coronavirus en Nueva York tenía mucho que ver con el hospital al que acudía".

En otras palabras, y contra lo que declara una y otra vez López-Gatell, en México, independientemente de factores de salud preexistentes, para un enfermo las probabilidades de salir airoso de esta enfermedad están directamente relacionadas con factores del sistema de salud. Y las diferencias entre la atención que se recibe en un hospital privado y uno público son, por ejemplo, palpables.

En la ciudad de Nueva York, se recuerda en el podcast, hay 47 hospitales. Los periodistas del Times encontraron "significativas diferencias entre el nivel de cuidado que se daba en los lujosos hospitales privados, ubicados mayormente en Manhattan, y los públicos, dispersos en las otras zonas" de la llamada urbe de hierro.

Las diferencias entre públicos y privados se da en equipamiento y en el número y la calidad del personal. En la sala de emergencias, se recuerda en el podcast, lo ideal es que haya cuatro pacientes por cada enfermera. En la pandemia, con los hospitales puestos bajo muchísimo estrés, esa proporción no se cumplía. Pero mientras que en los nosocomios privados se tenían números de una enfermera por cada seis o siete pacientes, en los públicos se iba a una persona de enfermería por "cada 10 o 15 o incluso 20 pacientes", según narró a Barbaro el reportero Brian Rosenthal. Y en las salas de cuidados intensivos los números eran similares: durante la pandemia, en los privados por cada enfermero había tres o cuatro pacientes, mientras que en los públicos eran siete, ocho o nueve enfermos por enfermera.

En México poco sabemos aún de los parámetros de mortalidad entre quienes son atendidos en instituciones privadas, frente a quienes acuden a hospitales públicos, que son por supuesto la mayoría.

Pero el reportaje del Times establece, con datos, que "parte de la diferencia en la mortalidad puede ser explicada" por condiciones de salud preexistentes de los pacientes, "pero lo que los expertos y los doctores con que hablamos dijeron es que la calidad de la atención era definitivamente un factor en esas diferencias".

Es decir, independientemente de comorbilidades, la atención médica cuenta, y mucho.

En nuestro país, el martes una vez más el principal vocero para la pandemia dedicó largos minutos a culpar a las enfermedades crónicas de lo que nos sucede.

"Hoy que tenemos la epidemia de Covid, y no sólo en México sino en el mundo entero, se ha podido documentar de manera muy consistente con métodos de análisis epidemiológico muy robustos que estas enfermedades, las cardiometabólicas, hipertensión, diabetes, obesidad y otras que a continuación mencionaré, están causando la mayor contribución de mortalidad por Covid", dijo Hugo López-Gatell ese día en la mañanera de Palacio Nacional.

Tiene, en parte, razón el funcionario Gatell: las comorbilidades no nos ayudan nada. Pero lo que no es correcto es que trate sólo de ver esa porción de la realidad, esa que se le escapa porque en efecto son problemáticas añejas. En cambio, ojalá revisara las lecciones de Nueva York, y nos dijera pronto cómo podemos incrementar las posibilidades de sobrevivir de aquellos que se atienden en los hospitales públicos. Porque si así les fue en la Gran Manzana, donde afloraron también las grandes inequidades, uno no quiere ni imaginar cómo nos estará yendo aquende Cuautitlán.

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