La Feria

Los inservibles de la nación

El modelo político establecido por AMLO supone la anulación de sus colaboradores. No se les pide lealtad, se les demanda sumisión.

El modelo político establecido por AMLO supone la anulación de sus colaboradores. No se les pide, como se dice por ahí, lealtad. Se les demanda sumisión. Aceptan el trato por al menos tres razones: creen que ganarán algo en un futuro pos-AMLO –desde mantener un hueso hasta ser candidatos a la presidencia de la República–; creen (no se rían) que si ellos no tratan de salvar al jefe de sí mismo alguien le hará cometer errores más graves, o, tercera razón, saben que no hay para dónde, no tienen la mínima posibilidad de conseguir una chamba significativa fuera del pejismo o de sobrevivir al embate de quienes les verán como traidores al movimiento-partido.

La sumisión no es ciega. Por cierto, hay que hacer más esfuerzos para no equiparar debilidades de carácter con condiciones físicas que no suponen condena o límite insalvable. Así que va de nuevo. La sumisión implica renunciar al pensamiento: ven cosas que sus ojos no pueden creer, pero saben que si dicen lo que piensan –es más, si piensan lo que antes pensaban sobre un presidente cualquiera haciendo lo que está haciendo el suyo– no les va a ir bien. Por tanto, eligen varios caminos: el primero, hacerse güeyes; si no logran, ante la inevitabilidad de volverse protagonistas de –por ejemplo– la mañanera, asumen un rol dramáticamente distinto: se muestran acomedidos y zalameros, dicen cosas que creen que su jefe quiere oír. Nadie como López-Gatell en ese renglón, pero no es para nada el único.

Hace unos días Riva Palacio decía en estas páginas que con la enfermedad del Presidente llegó la hora de las lealtades. Algo así como, reciclando el viejo dicho priista, quien se mueva de más en estos días no saldría en ninguna foto. Creo que la convalecencia de López Obrador revela, más allá de la sumisión de su equipo, la insustancialidad de éste.

AMLO puso en la mañanera a Sánchez Cordero para generar ruido blanco, eso que se oye, que parece que suena, pero que en realidad es desechable: un ardid para hacer un poco más soportable el vacío. Fiel al espíritu de cuerpo de este gabinete, la señora se ha esmerado en su transitoria tarea matinal de 'esloganera' inocua. Habla, ¿pero vale la pena tratar de escucharla?

La mañanera transcurre 'normalmente', sobre todas las cosas, para recordarnos que no existe. El país no sólo es sacudido en este arranque de año por la oleada más salvaje de la pandemia, sino que ha sido visitado por viejos fantasmas que siguen aquí porque este gobierno habla demasiado sin modificar la realidad.

A la acumulación de miles de muertos por Covid-19, el 2021 ahora suma el horror de masacres contra migrantes cuyos detalles sólo van haciendo más grave la evidencia de que el cambio en la Presidencia no impactó el tráfico de personas, sino que hay –como siempre– situaciones irregulares en el Instituto Nacional de Migración e involucramiento policial en los asesinatos.

Si la mañanera sirviera de algo, qué mejor momento para que la matanza de Camargo fuera el tema principal de ese espacio presidido –es un decir– por la secretaria de Gobernación. En vez de ello, la máxima encargada de los derechos humanos minimiza la tragedia, promete investigación (¿dónde hemos oído eso?) y pasa la página para hablar de lo comprometido que está este gobierno con la justicia, renglón en el que, por cierto, esta semana Animal Político mostró cómo la CNDH ha tocado fondo: esconden a la sociedad reportes de graves violaciones a las garantías de los migrantes ocurridas en este gobierno. Qué pena con doña Rosario Ibarra. Qué pena con éstas y todas las víctimas. Pero eso a Olga no la despeina.

La ausencia de AMLO exhibe a sus colaboradores, que lejos de esmerarse para que en este vacío obligado por la enfermedad las cosas salgan mejor, se muestran incapaces de lanzar un registro para las vacunas que no se pasme, de convencer al explicar las fallas en el calendario de llegada de las mismas, de enfrentar con seriedad la masacre de migrantes en Camargo, asumir que la CNDH que manosearon no es funcional ni para ellos, y argumentar sin ofender a la inteligencia que como gobierno asumen desde hoy las ominosas consecuencias en inversión pública de las iniciativas contra Banxico y la industria eléctrica.

No pueden eso. Ni Olga ni Marcelo ni Arturo ni Alcocer, ni muchas y muchos del gabinete. Porque con una conducta así no son servidores de la nación, sino inservibles a ésta, pues sólo responden a un individuo, no a México.

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