Los soberbios no callan, el silencio no es lo suyo. (Gracias, Sabines)
Al contrario, lejos de callarse, sin jactancia son poco o nada.
Los soberbios requieren atención, público, gente que les aplauda, que les critique, que atienda su llamado, que responda, que les reconozca, rechace, que lo que sea, pero que reaccione.
Los soberbios viven para los otros, para los que nunca antes les dejaron llegar.
Los soberbios creen que avanzan a pesar de la estulticia, de lo baja que sea su petulancia.
Por eso, el día después de la marcha contra la violencia contra la mujer, lo que importa para los soberbios es ratificar el estado del 'orden', de la limpieza, de la 'normalidad'; viva el mundo de las cosas inmaculadas, porque de ellas será el reino de los poderes que no se comparten con las molestas agendas que reclaman la violencia real pero soterrada.
Así, tras la marcha de las mujeres por la violencia en contra de ellas, lo que toca, lo pertinente, lo verdaderamente importante es declarar que el mármol juarense es de nuevo blanco, que la normalidad (bendito el dios juarista) es otra vez níveo, reluciente; qué barbaridad que alguien salga con la impertinencia de que a nuestros monumentos de piedra se les puede tocar: limpiamos las rocas, porque nuestro Estado de derecho juarista es una coartada, letra muerta en la ley y en la experiencia cotidiana, pero paraguas para cualquier emergencia: "nos hacen lo que el viento a Juárez", viva la ley muerta mas se callan, se aguantan; griten, pero nosotros somos los que vamos en lomos de la plenitud del poder.
Llamen a los bomberos, Marcelo Ebrard, el superministro cazamigrantes de López Obrador, está clamando en Twitter por unas pintas al monumento a Juárez: el respeto al derecho a la no violación a las mujeres es menos importante que manchar la estatua del prócer. Ebrard tuiteó bravos a Sheinbaum por limpiar pintura, no por eliminar la violencia. Prioridades, que le llaman.
Jesús de Veracruz, cuándo en este país de tragedias se había visto tanta transgresión: maten mujeres, pero con Benito no, por fis, no se metan con nuestro indio estatua reconvertido en paladín de todo aquello que nos convenga. Viva el Juárez comodín.
Habíase visto. Es más importante el aposento del benemérito sentado en su pedestal que las chingocientas voces de denuncias por la ruptura del respeto al derecho ajeno de las mujeres a ser como se les pegue la gana.
Ebrard, el superministro comodín del régimen, se jacta de que ya no hay pintas en el Hemiciclo a Juárez, pero no se compromete a que no haya violencia de género. Las piedras valen su peso, las mujeres ni su voz.
Hay gente que cree que López Obrador es un problema para México. Pero hay que ver a su gabinete. Hay que ver a su canciller envanecido en su papel de policía de la frontera sur presumir en redes sociales que ayer amaneció sin pintas el monumento a Juárez que reclamaban la impunidad de las agresiones contra las mujeres. Viva el mármol, mueran las viejas, chingao.
Hola, soy Marcelo, crecí en el sistema priista, fui de 'izquierda' cuando así me convino y hoy les digo a las mujeres: su reclamo de justicia nos hace los mandados, nos hace "lo que el viento a Juárez" (así puso en redes sociales al destacar la limpieza del monumento rayado con los reclamos en la marcha del lunes), nos vale madres su dolor, y qué creen, tanto lo creo que lo voy a tuitear.
Los soberbios del gabinete de AMLO estamos para enseñarles, mujeres, lo que se puede y no lo que no. Protesten, pero quedito; reclamen, pero sin molestar; disientan, pero sin interferir; marchen, pero sin grafitear o romper, que la hora de la revancha ha llegado, pero no es suya sino nuestra. La voz que vale es la de los soberbios del gobierno: que ustedes son miles, qué importa, nosotros somos los del poder, nosotros ganamos con sus votos, aunque no tengamos la legitimidad de su causa.
Y saben qué, nosotros los soberbios vivimos del contagio. Yo tuiteo contra ustedes, y vendrá Rocío o Manuel a tuitear contra el cambio climático o la privatización. ¿Quién nos va a regañar? ¿López Obrador? Ja, si él pone el (anti)ejemplo.
Un secretario desdeña a sus interlocutores, entonces le copio: lanzo un mensaje que muestre mi desprecio por los reclamos de justicia. Y si el Presidente despotrica, ¡vientos!, yo puedo elevar el volumen del desdén, mensaje que llevará al sótano el nivel del debate, pero eso no importa, lo primordial es enervar a las masas, que de eso se trata todo, de vivir en el lodazal. Viva la victoria de los soberbios, que nos arrastra hasta aquí, hasta lo rastrero de su soberbia.