1. El gabinete de AMLO no existe. AMLO es el gabinete. Y por eso ha dispuesto que algunos de los que parecen secretarios no sean, y otros que no parecen actúen como si fueran.
2. Si usted conoce a la secretaria de Gobernación, avísele que se ha extrañado la voz de Bucareli en la crisis más importante del gobierno hasta hoy (no, no fue la del huachicol, es la de Trump). Tampoco es referencia en comunicación política de este gobierno, ni lleva la mano en la relación con las iglesias. Entonces, ¿qué hará?
3. No es novedoso el hecho de que algunos subsecretarios tengan más o igual poder (o responsabilidades) que algunos secretarios. En el gobierno de López Obrador destacan Ariadna Montiel (Bienestar) y Alejandro Encinas (Gobernación).
4. Montiel podría ser considerada como la verdadera secretaria de Bienestar, pues opera directamente los programas sociales que más importan al Presidente (menos el de los jóvenes, que le toca a Trabajo). Entonces, ella sería LA secretaria... salvo que el verdadero jefe de esa dependencia es Gabriel García Hernández, quien despacha resguardado en Palacio.
5. En el caso de Encinas, ocupa la totalidad de lo que hoy sí es Segob: una dependencia dedicada a derechos humanos. Suyo será cualquier abuso del muro que Ebrard construye en la frontera sur y la operación cotidiana de la Guardia Nacional; sin dejar de mencionar que cada activista o periodista asesinado, y va más de un reportero al mes, son suyos.
6. En Hacienda despachan tres. El secretario Carlos Urzúa cuadra números. El subsecretario Arturo Herrera se encarga de los mercados nacionales e internacionales. Y Raquel Buenrostro tiene las tijeras y la chequera. Ésta última acuerda directo con el Presidente. No en pocas ocasiones se ha saltado a Urzúa.
7. El crecimiento de Ebrard ha sido en detrimento no sólo de Olga Sánchez Cordero sino de la Secretaría de Economía. Desde la transición, Ebrard junto con Jesús Seade, negociadores del TMEC, le roban a Graciela Márquez parte de su agenda.
8. La secretaria de Cultura tiene el récord de más patinones, renuncias forzadas de colaboradores, dislates mediáticos y fricciones innecesarias con la prensa.
9. Jesús Ramírez es facilitador de las presentaciones de AMLO. Es también creador de atropelladas campañas y responsable de un modelo de conferencia mañanera en el que, con acreditación de prensa, se insulta a reporteras y reporteros. No es un operador de comunicación social: las páginas de internet de este gobierno resultan aún más pobres que las que Alejandra Lagunes regenteó en el peñismo. Es más fácil encontrar algo sobre el gobierno en lopezobrador.org.mx que en las páginas oficiales de las dependencias.
10. El caso del secretario de Comunicaciones y Transportes es singular: las dos obras más grandes de infraestructura y comunicación del arranque del sexenio no son suyas. En el tren maya el trazo lo mece un amigo presidencial en Fonatur. Y en el aeropuerto de Santa Lucía, otro amigo (Riobóo) es el que arrastra el lápiz.
11. Lo mismo le pasa a Octavio Romero con la refinería de Dos Bocas. Es la secretaria Rocío Nahle la que parte ese pastel, no el director de Pemex.
12. Esteban Moctezuma pasará a la historia como el secretario de Educación que dejó machacar a los investigadores mientras le daba prebendas a la CNTE y 800 millones de pesos al año al PT para sus Cendis. Honor a quien honor merece.
En tiempos de la alternancia pasamos del 'gabinetazo' (disfuncional) foxista al modelo de dos pilares (no se rían) en pugna permanente: Osorio y Videgaray, disfuncional también. Hoy hay gente que se hace una ilusión: que el rígido centralismo lopezobradorista funcione. Igual y sí, pero si no, hay un costo: como todo lo atrae AMLO, toda la chamuscada de una crisis le caerá a él. Ya veremos.