El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció ayer que, en un esfuerzo por "ampliar la vacunación, va a intervenir la Secretaría de Marina, la Secretaría de la Defensa, todo el personal médico para vacunar a más personas en estos días".
El mandatario no aportó más detalles, pero dada la tendencia de esta administración, el orden de los factores altera el producto. Es decir, una vez más AMLO estaría dando más protagonismo a las Fuerzas Armadas, en esta ocasión en detrimento del golpeado sector salud, constituido por uno de los colectivos que más ha padecido las políticas –es un decir– del tabasqueño. Si agravio ocurre, el Presidente estaría jugando con fuego.
Quién sabe por qué López Obrador tomó la decisión de, como presidente, maltratar al personal sanitario. Los ejemplos sobran, pero no está de más recorrer brevemente algunos.
Hace casi un año, en una de las más claras afrentas, los llamó mercantilistas. En mayo de 2020, en una mañanera dijo que el "mercantilismo que desgraciadamente también llegó a predominar en el periodo neoliberal en todo lo relacionado con la salud. Como se decía antes de los médicos que sólo buscaban enriquecerse y cuando llegaba el paciente lo primero que hacían era preguntarle: ¿qué tienes?
-No pues es que me duele acá, doctor.
-No, ¿qué tienes de bienes?".
Los gremios médicos respondieron con un rechazo frontal al reduccionismo del Presidente, que en una disculpa a medias lamentó la generalización, pero no se retractó esencialmente.
Meses antes, en enero de ese año, sin mostrar pruebas el gobierno federal cargó contra el doctor Jaime Zermeño, director del Hospital Infantil de México Federico Gómez, a quien acusó de estar involucrado en supuesta corrupción por compras de medicamentos oncológicos. El médico suscitó el respaldo de sus compañeros, que en una reunión le aplaudieron de pie gritando "no estás solo".
Y sólo para no dejarlo de mencionar, en el afán de concentrar en la Oficialía Mayor de Hacienda la compra de medicamentos, para supuestamente evitar corrupción, este gobierno también terminó por marginar a prestigiados médicos del sector salud que sólo querían aportar su conocimiento tanto del mercado farmacéutico como de las operaciones gubernamentales necesarias para garantizar abasto de tales insumos.
Luego vino la pandemia, y con ella una realidad: contamos –es un decir– con un vocero de la misma que prefiere Palacio o cualquier lugar antes que los hospitales –tenemos más fotos de Gatell en la playa, en la Condesa o en un avión que en una instalación hospitalaria.
A todo lo anterior hay que agregar que a tres meses de iniciada la vacunación, el gobierno ni siquiera ha podido completar las dos dosis al personal sanitario que sí eligió vacunar –dejando fuera al de los hospitales privados y a otros gremios parecidos, como los dentistas–. Y ni qué decir que el Presidente ha decidido brincar a ese personal del orden de vacunación establecido originalmente.
No es que esté mal per se que las Fuerzas Armadas participen en la vacunación –de hecho ya lo hacen–. Y en anteriores contingencias el Ejército y la Marina se han ganado el reconocimiento de la población por el auxilio prestado.
Lo que pasa es que AMLO pone la carreta delante de los bueyes. Y ayer no anunció que había encargado al sector salud un plan para acelerar el ritmo de vacunación. La nota es que dijo que decidió meter a las Fuerzas Armadas a ello, y de eso a que los uniformados terminen asumiendo el mando de la inmunización hay un pasito. Ojalá que no sea así.
El personal sanitario de México –incluidos residentes e internos– ha pagado con muertes, como pocos a nivel mundial, las consecuencias de enfrentar al Covid-19. Ese mismo personal ahora escucha que el gobierno no desalienta las vacaciones de la población, vacacionistas que si se contagian a ritmos de enero saturarán de nuevo los hospitales donde médicas y enfermeros no han conocido en todo un año de pandemia eso de vacacionar, y mucho menos eso del apoyo y respeto de parte del gobierno.
Con eso de que a AMLO le gusta mucho compararse con López Mateos, no vaya a ser que se le cumpla el gusto y por tanto maltrato al sector médico termine haciendo que, como a Adolfo el viajero, se le alebresten las batas blancas.
Pero lo que sí pasará es que en muchos rincones de México todos esos pacientes que sí le creen a su doctor pregunten a éste su opinión sobre el gobierno amlista. Difícilmente sería saludable para Andrés Manuel lo que en esos consultorios se diría.