El Partido del Trabajo –es un decir– plantea en un spot que, más allá de aplausos, propondrá en el Congreso 100 por ciento de aumento salarial a los trabajadores sanitarios. Propuesta populista e irrealizable, pero no necesariamente poco atractiva para los votantes.
El oportunismo del PT no es muy distinto al del PVEM, que ha sabido medrar con la oferta de garantizar medicamentos, o al de Morena, que pretendió disfrazar de campañas de salud contra el Covid-19 lo que en realidad era una burda autopromoción electoral.
Estos ejemplos pertenecen a partidos de la coalición gobernante. Esas tres organizaciones, y otras aliadas a Andrés Manuel López Obrador, buscarán renovar en las elecciones del 6 de junio el compromiso de que se atenderá a los más necesitados, a los más necesarios, a los más sacrificados, a los más vulnerables.
Con 27 meses en el poder, sin embargo, sobran ejemplos que ponen en duda la capacidad del gobierno de AMLO para cumplir sus promesas. Se avanzó en la pensión universal a adultos mayores y en algunos otros programas sociales, pero el saldo es negativo si hablamos de economía, pobreza, inseguridad y, por supuesto, manejo de la pandemia.
La cuestión es si algún otro partido captará votos de la eventual insatisfacción de sectores de la sociedad que resienten la inoperancia del equipo de López Obrador. Las protestas de las mujeres o del personal médico podrían ayudarnos a explorar al respecto.
Luego de la vitalidad y la contundencia, sin soslayar la creatividad, de las protestas de los últimos días de las mujeres frente a la candidatura morenista de Salgado Macedonio, urge reflexionar sobre todo lo mal que, como hombres, hemos hecho durante demasiados años.
Pero con o sin la reflexión masculina, esa causa contra la violencia de género y por la igualdad no cejará, ni se diluirá, qué duda cabe. ¿Pero se traducirá en votos contra el gobierno y sus partidos en junio? No, o no de manera sustancial en términos cuantitativos.
Porque la insatisfacción no encontrará canales para materializarse en voto de castigo para el gobierno federal. En temas de género todos los partidos quedan a deber, aunque lo más increíble es que los de la oposición no adviertan que las mujeres demandan un cambio frente a lo que ven en Palacio Nacional. Que ahí hay votantes y agenda. O no lo detectan, o sus inercias –y sí, su machismo– les impiden reinventarse.
La sumisión de las mujeres del gobierno federal al macho alfa de Palacio es contraria a un movimiento progresista (si es que Morena quiso realmente ser tal cosa, porque AMLO siempre rechazó que fueran prioritarios los temas LGTB, el derecho a decidir y la real equidad). Pero la nulidad de alternativa para la agenda de género que representan PRI, PAN y, lamentablemente, el PRD y MC, dejan a las mujeres no en una orfandad –basta de subestimarlas, ya sabrán revertir la situación–, pero sí con pocas o nulas opciones en la boleta electoral.
Eso, y el talante conservador del grueso de la sociedad mexicana, es lo que tiene tranquilo a Andrés Manuel tras su valla. Sabe que nadie le disputará esos votos, porque nadie en la política tiene credibilidad para ofrecer algo programático a las mujeres.
Si el movimiento de mujeres no resulta un factor decisivo en las venideras elecciones, ello no descalifica ni subestima la movilización, pero protesta sin eventual traducción a espacios de toma de decisiones suena a una ruta de cambio muy larga. Si ya querían quemar todo, en una de esas se plantean cambiar a todos los partidos. Ya veremos.