En estos días han arreciado las polémicas por las declaraciones patrimoniales de los funcionarios de un gobierno federal que se ha autoimpuesto la obligación de no ser "como los de antes", de no sólo declarar sus bienes y conflictos de interés, sino transparentarlos al máximo.
Secretarios que a regañadientes han soltado prenda, funcionarios que culpan al sistema Declaranet de la Función Pública de no ayudar mucho que digamos a la hora de detallar sus bienes y conflictos, etcétera.
La polémica más reciente envuelve a la secretaria de Gobernación, a quien le apareció un departamento en Texas que no estaba en la declaración que cualquier hijo de vecina puede consultar en Internet.
Pero podría haber otros casos de igual o mayor suspicacia que el de los enredos patrimoniales de la exministra de la Corte. Por ejemplo, el de Alfonso Romo, mejor conocido como Poncho Romo, empresario norteño de fama internacional.
Tratar de resumir en un par de líneas las ramas de la economía en las que ha incursionado Romo, sería injusto con este hombre inquieto, que lo mismo es un criador de caballos de renombre mundial que un empresario non de la innovación. Y que hoy es, luego de haber ayudado a llegar a Palacio Nacional a Andrés Manuel López Obrador, su jefe de oficina en la Presidencia.
Romo ha presentado una declaración patrimonial y de intereses de lo más peculiar. Declara un solo automóvil (Land Rover de 3 millones 972 mil de pesos), dos terrenos (ni una casa habitación, ni casa chica ni grande, pues), y cero muebles (nada, ni un escritorio donde redactar sus memorias, ni un sillón para leer ni una obra de arte, vaya, así fuera una de esas de papel de china de Chucho Reyes que ya son plaga). Válgame, ni un caballo de los que tanto gusta (fue jinete olímpico) se ha quedado luego de entrar a la política.
Poncho el austero le van a empezar a decir sus amigos. Todo eso de acuerdo con su declaración, en la que da cuenta de deudas por unos 550 mil pesos, y unos ingresos mensuales por 1 millón 543 mil pesos.
¿Cómo pudo pasar Poncho Romo, de ser un empresario de la lista de millonarios de la revista Forbes, a un cuasifranciscano con un ingreso de sólo millón y medio de pesos al mes? Ese es el reportaje que la prensa no hemos publicado. A quién encargó sus empresas, a quién dejó el manejo de su capital.
En su declaración patrimonial, Romo expone que en noviembre abandonó su puesto en Vector Empresas, en esa fecha dejó de ser presidente honorario, y dejó de ser consultor estratégico de Vector Casa de Bolsa, una firma que es considerada una de las mejores del país. Dejó asimismo el consejo de administración de Synthetic Genomics Inc., cargo que tuvo 13 años, e igual pasó con el J. Craig Venter Institute.
Y declaró que no tiene conflicto de interés alguno. En ese renglón declara que no tiene puesto, cargo, comisión, actividades, poderes (ni él ni su cónyuge o concubina, o sus dependientes económicos) en asociaciones, sociedades, consejos, filantropía y/o consultoría. Nada. Y declaró que no tiene participaciones económicas o financieras (ni él, su cónyuge o dependientes económicos).
En su declaración reconoce inversiones por menos de 6 mdp, pero hay una cuenta que no tiene monto. Se asume que ésa es una que tiene con alguien más, pues "sólo se incorpora la información reportada de cuentas e inversiones a nombre del declarante y del declarante y su cónyuge, en este último caso se omite el monto".
Aquí llegamos al nudo del asunto: ¿Romo metió todo su dinero ahí, en esa cuenta de la que no tenemos detalles? ¿Por qué no la transparentó? Y si sí, en qué banco está, en qué instrumentos, con qué instrucciones a sus manejadores… ¿Lo metió en un fideicomiso? ¿O donó todo?
Estas preguntas no son sobre el patrimonio de Romo, público en muchos sentidos por sus múltiples y exitosas actividades empresariales. Son en torno al probable conflicto de interés en que pudiera caer el exempresario que ahora despacha como funcionario.
Porque a Romo, como se sabe, el presidente López Obrador le ha confiado algunos encargos específicos, como los bancos de desarrollo Nacional Financiera y del Comercio Exterior.
¿Se imaginan que se llegue a dar el caso que en esos bancos, a cuyo frente hizo nombrar a uno de sus añejos colaboradores, lleguen proyectos que afecten a las empresas que él creó, o que beneficien a esos negocios que él durante buena parte de su vida, y hasta hace muy poco, promovió? ¿O que afecten el destino de su dinero… invertido o donado?
Vaya que la prensa tiene una chamba pendiente en torno a qué hizo Romo para blindarse de caer en la tentación del conflicto de interés. Y vaya que Romo tendría que ser el primer interesado en que esa historia se conociera bien, y pronto.