Si una deuda perenne tiene el periodismo mexicano es que más allá del día a día, los reporteros rara vez documentamos en un libro pasajes de los cuales podríamos, como sociedad, sacar lecciones. Está, por ejemplo, el caso de la crisis por la influenza H1N1, que pegó en México en 2009.
Revisar aquel episodio es de particular actualidad hoy no solo porque un nuevo virus tiene en jaque al mundo, sino porque el proyecto de reconfiguración del sistema de salud federal emprendido por la presidencia de Andrés Manuel López Obrador pasa por alto una de las lecciones de aquella contagiadera.
Dicho sucintamente, en medio de tal crisis nuestro país volvió a tener claro que el federalismo fue un intento no solo inacabado sino muy defectuoso, que se perdió en politiquería y corrupción.
El calderonismo pasó aceite durante varios días ante la incapacidad de sus funcionarios por hacerse de información confiable sobre el ritmo de los contagios de H1N1. Eso ocurrió por dos motivos. El primero es algo que ya sabíamos por la ola de violencia: la información que entregan los estados es poco o nada confiable.
Los gobernadores y las gobernadoras piensan (es un decir) que si dan datos exactos sobre una crisis quedarán exhibidos: creen que reportar más casos se traducirá en más cuestionamientos. Así que maquillan, ocultan o retrasan cifras cuya confiabilidad, además, siempre hay que tomar con reservas.
Así que si hoy surge un Covid-19 en Sinaloa, o en Coahuila o en donde ustedes digan, pongámonos a pensar si los estados que no pueden ni procesar debidamente los asesinatos y menos gestionar el castigo para los autores de los mismos, podrán reportarnos casos que registren los respectivos institutos de salud, que padecen añosa precariedad.
De ahí que decir que estamos preparados para este coronavirus, cuando en esta administración ni la prevención del dengue fue gestionada correctamente, ya no digamos la compra de medicinas, es una exageración medio insultante.
Y lo mismo se puede advertir del proyecto del Instituto de Salud para el Bienestar. El gobierno (es un decir) de AMLO pasa por alto que no somos un país homogéneo en salubridad.
Los sistemas de salud en cada estado tienen distintas características (por ejemplo, Jalisco tiene 2 organismos públicos descentralizados, Nuevo León uno y un Hospital Universitario, la CDMX tiene otro y además la oferta de los institutos nacionales, etcétera).
Hay entidades que sus servicios de tercer nivel atienden pacientes a nivel regional más que estatal, pues la demanda de atención no reconoce fronteras políticas, y de ahí que sea entendible, mas no justificable, que el gobernador de Aguascalientes haya dicho que con el nuevo modelo mandarán al rancho del Peje a los pacientes de otros estados.
Tampoco somos una nación que tenga homogeneidad en demanda del servicio de salud por padecimientos.
Por tanto, la aspiración de cobertura universal de servicios gratuitos enfrentará graves retos, pues no contempló incapacidades presupuestales; ha evidenciado deficiente gestión de compra y dispensa de medicamentos, falta de infraestructura y cobertura, ni, por si fuera poco, deficiente coordinación interinstitucional (IMSS, ISSSTE, etcétera).
Coronavirus o no, estamos muy lejos de estar preparados para responder a las demandas comunes de la población. Ojalá el Covid-19 pase de largo y no sea una prueba más de esa calamidad en que hemos convertido, en términos generales, a nuestros institutos de Salud.
Líneas arriba solo mencioné uno de los dos motivos por los cuales en las primeras horas de la crisis del H1N1 el gobierno de Calderón no tuvo la mejor respuesta. La segunda causa de ese tropiezo inicial fue que, según me contaron entonces funcionarios de aquella administración, el doctor Mauricio Hernández no pudo darle la importancia debida al surgimiento de los casos. Con él trabajaba, por cierto, un médico que ahora tiene muchos reflectores: Hugo López-Gatell. En Los Pinos se pudo corregir la situación cuando, entre otras cosas, trajeron de Francia, donde se encontraba en un congreso, al doctor Pablo Kuri, que ayudó a poner orden en casa y ocupó nueve años la subsecretaría de Salud. Hoy Kuri no está más en la SS. Un desperdicio más.
Pero, López-Gatell nos insiste que estamos preparados para enfrentar al Covid-19. ¿Seguros?