Si fuéramos una familia normal, dice el novelista, tendríamos las prioridades más o menos ordenadas.
O sea: discutiríamos la que nos está cayendo –que nos está cargando el payaso–, en vez de perder el tiempo con el señor Presidente.
Una familia normal, o un país presentable, llevaría semanas tratando de parar el ritmo de contagios de Covid-19 para llegar, algún día cercano, a una meseta pandémica distinta a la que tenemos, donde se da la paradoja de que oficialmente tenemos camas sin ocupar al tiempo que no cesa la pila de cadáveres rumbo a los panteones.
Un sociedad responsable encontraría un modelo para refaccionar la economía de los más pobres en medio de la pandemia, al tiempo que se ayuda a que sobrevivan los negocios de esos que dan empleo tanto a los más necesitados como a aquellos que les compran alimentos y productos a los más rezagados.
Estaríamos discutiendo con el gobierno cómo dar mayor conectividad, y más barata, así como pantallas y computadoras a precios accesibles, a los millones de pequeños que están obligados, por la pandemia, a tomar las clases fuera de sus salones. Y lo mismo con las y los profesores: qué podemos hacer para que ellos puedan comunicarse mejor con sus grupos.
Finalmente, pero no menos importante, estaríamos obligando al gobierno a hablar de los asesinados de cada semana, de la deuda con los desaparecidos, de la justicia para las mujeres asesinadas o vejadas, de los encarcelados injustamente, de la violación de los derechos humanos, entre otros por parte de las Fuerzas Armadas de ESTE gobierno, etcétera.
Y, también, del desastre que está ocurriendo en Liconsa. Urge hablar del tufo que despiden algunas de las medidas en esa empresa, cuyos desatinos le cuestan la alimentación básica a los pobres de los pobres.
Porque lo que ocurre en Liconsa lleva meses emitiendo señales de alarma y nadie, y menos que nadie Palacio, ha puesto atención al tema.
Una de esas tempranas señales de alerta ocurrió en diciembre, cuando se informó que las pérdidas de Segalmex, es decir de la fusión de Diconsa y Liconsa, entre enero y octubre de 2019 fueron 37 por ciento más que las de similar lapso de 2018. Y en concreto "Liconsa registró ingresos por poco más de cinco mil millones de pesos y gastos por 9 ,267 millones, con lo cual la pérdida operativa fue de 4,258 millones de pesos. Es decir, para facturar un peso, Liconsa gastó 1.85 pesos". (https://www.ejecentral.com.mx/segalmex-crece-en-centros-de-acopio-y-perdidas-historicas/)
De entonces a la fecha se han publicado varias columnas que mencionan irregularidades y la salida del que fuera director de Finanzas, René Gavira Segestre, en junio pasado.
Y esta semana, el reportero Raúl Olmos reveló una auditoría de la Secretaría de la Función Pública donde se advierte que en 2019 Liconsa recortó a casi medio millón de empadronados y que no alcanzó a cubrir la meta de beneficiarios que en su último año alcanzó Peña Nieto. Igualmente el periodista documentó que en cientos de municipios con población en extrema pobreza, esta administración subió el precio de la leche Liconsa de 1 peso a 2.50 pesos. (https://contralacorrupcion.mx/aumento-precio-leche-liconsa-2020/)
Los reportajes de Olmos sobre Liconsa revelan que además han sido otorgados contratos por 4 mil millones de pesos a una compañía de Alejandro Puente, un polémico empresario que tuvo escándalos en tiempos de la PGR de Felipe Calderón. (https://contralacorrupcion.mx/otorga-liconsa-4-mil-millones-a-empresario-alejandro-puente/)
Si los mexicanos pusieran sus prioridades en el orden lógico, ayer habría sido un día de actividad frenética luego de que se dio a conocer la histórica caída del PIB en el segundo trimestre de este año: el desplome fue de 17.1 por ciento.
En vez de discutir sobre cómo dejar de tener camas vacías y un desfile de cadáveres por Covid-19, sobre cómo reanimar la economía o cómo ponernos las pilas para que a los más pobres no les quite el gobierno la leche, estamos hablando del avión, de una consulta 'patito' más, del video, de la ocurrencia presidencial de cada día… de todo eso que genera ruido mientras el país está en otra parte: más cerca del hoyo que nunca en las últimas décadas.
Pero síganle haciendo el juego a ya saben quién.
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