Debo confesar que durante años me desconcertó que la voz de Rossana Reguillo no fuera suficientemente escuchada a nivel nacional. Lo achaqué al centralismo. La opinión pública de la capital de la república mexicana promueve el ombliguismo con insuperable espíritu provinciano. Así que a las miradas de allende Cuautitlán les ponemos todo tipo de barreras. En los últimos tiempos, para bien, eso cambió. No las barreras, sino la irrupción plena en el debate nacional de esta comunicóloga, maestra, socióloga y antropóloga.
Hay quien habrá conocido a la doctora Reguillo Cruz hace poco y sobre todo por su trabajo en Signa Lab, la iniciativa de la Universidad Iteso que ha posibilitado al país un mejor –o acaso habría que decir una elemental, pues es una materia muy compleja– comprensión de cómo funcionan las conversaciones en redes sociales como Twitter.
Es cierto, Signa Lab ha puesto en más mapas a Rossana. Pero la valía de sus análisis (en plural), propuestas y contribuciones lleva cuatro décadas. Y algunos hemos tenido la fortuna de haber atestiguado, durante buena parte de ese tiempo, el recorrido de trabajo desde y para la sociedad de esta hija de un republicano refugiado en México.
En estos días, Rossana Reguillo ha sido noticia. Contribuyó desde Signa Lab a desenmascarar complejas operaciones de desprestigio que se atribuyen a las autoridades (es un decir) de Notimex. Lo hizo en colaboración con Artículo 19 y el programa de Carmen Aristegui. Las revelaciones provocaron una avalancha de ataques en redes sociales contra quienes osaron a sustentar y divulgar las denuncias.
Dicho de otra forma, alguien con muchos recursos pretende que el reclamo para que se investiguen las revelaciones sea sepultado con una gran carga de lodo virtual: haciendo mucho ruido y pretendiendo intimidar a quienes colaboraron en la denuncia.
Rossana no necesita quién la defienda. Pocos saben que si de alguna parte surgió Signa Lab fue, precisamente, de unos ataques similares en su vileza y podredumbre. Que hace un sexenio, por estas fechas, alguien quiso intimidar a la doctora Reguillo. El gobierno que espió vía Pegasus a defensores de derechos humanos, reporteros y activistas, a otras voces las quiso silenciar mediante cobardes amenazas.
Rossana transformó ese acoso en combustible. La imagino perfecto (hace mucho no vivo en Guadalajara y la veo poco) mortificada más que por los soeces intentos de amedrentarla, desconcertada por no entender cómo operaban virtualmente las redes que pretenden robar a los mexicanos el derecho a criticar, opinar y disentir, por el que tantas generaciones hemos luchado.
Porque la conozco, porque fui su alumno y es mi maestra, tengo claro que hoy es la misma que sacudía a las y los jóvenes para que rompieran todos sus prejuicios y salieran a la calle, y a los libros, no a buscar respuestas, qué va, sino a aprender a formular preguntas que al perseguirlas pudieran ayudar a todos a entender mejor lo que nos sucede.
Pobres de aquellos que antes vieron en Rossana una 'aliada' para que llegara su candidato y hoy creen ver en ella a un obstáculo para algo que se atreven a llamar gobierno.
Rossana sólo es aliada del conocimiento que se prueba desde la duda permanente y la búsqueda incesante. Para nada milita en la cuadrilla donde todes rentan sus conciencias a un proyecto político cada día más deschavetado.
Cotidianamente, y peligrosamente, descendemos peldaños en el nivel de la convivencia social. Y esto no es una exageración.
Entes que no pueden sino estar patrocinados desde la administración y su partido, hoy pretenden amedrentar a académicos inquebrantables como lo es Rossana Reguillo.
Ay, chaparritos, qué chiquitos nos salieron. Sí, ustedes, que convalidan mediante su silencio los ataques a gente como ella. Sí, las y los que no condenan el salvaje acoso cibernético porque temen perder el huesito que les aventaron. Y también aquellos que recurren al tonto consuelo de que todo vale con tal de que no se les descarrile su 'transformación'.
Y es que no se engañen, al callar no están defendiendo a una compañera de armas de ninguna conjura galáctica. Dejen de fumar de esa. No. Lo que están defendiendo activa y pasivamente es el derecho a la impunidad de los suyos, eso que antes tanto decían detestar. Porque, en efecto, ustedes, los que antes criticaban y ahora agachan la cabeza en silencio, se convirtieron en lo que odiaban: en unos priistas perfectos. Felicidades, camaradas.
Mientras, Rossana saldrá de esta –para variar– no sólo fortalecida, sino con más preguntas, con más ideas, y con más compromiso para tratar de entender, para luego comentarnos a nivel nacional, lo que nos está pasando. Así sea la debacle de México.
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