El jueves pasado, día de conmemoración de los sismos más destructivos en los últimos tiempos, los diputados de Morena aprobaron la desaparición del INIFED, el órgano del Estado que procuraba las mejores condiciones en la edificación y mantenimiento de las escuelas públicas.
El 19 de septiembre de 2017, la destrucción provocada por el sismo fue mayor en las escuelas autoconstruidas, aquellas edificadas por las propias comunidades. Así lo concluyó un estudio de la Facultad de Ingeniería, el Banco Mundial y el Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFED), dado a conocer en este espacio el 25 de junio pasado.
En ese reporte se detallaba que "las estructuras en las que se presentaron la mayor cantidad de colapsos parciales corresponden a estructuras de mampostería y, principalmente, a estructuras atípicas. Un 72 por ciento de los colapsos parciales corresponden a muros en estructuras de mampostería y el 50 por ciento de los colapsos parciales se presentó en estructuras atípicas. Este resultado no es de sorprenderse dado que, por lo general, las estructuras atípicas, al no contar con diseños ingenieriles, no son capaces de contener el daño en niveles ligeros o moderados (…) La inherente vulnerabilidad de las estructuras atípicas (…) las convierte en un alto riesgo para la comunidad. Estas edificaciones deben ser sustituidas a la brevedad por edificaciones diseñadas con la normatividad vigente y, de preferencia, que obedezcan a prototipos INIFED".
El temblor de hace dos años, por tanto, dejó claro que la autoconstrucción pone más en riesgo a los niños y maestros que las escuelas prototipo diseñadas por el INIFED.
Por supuesto que si esas escuelas "atípicas" o de "autoconstrucción" existen y, sobre todo, si en ellas se imparte cotidianamente educación, es porque esas comunidades se vieron en la necesidad de autodotarse de esos espacios ante la ausencia del Estado, que ni las construyó y menos las sustituyó.
Sin embargo, que precisamente el día en que se conmemoraban las tragedias de los terremotos los diputados hayan decidido cancelar el INIFED, para dar paso a la pretensión del presidente López Obrador, de dar a los padres de familia directamente recursos para la construcción y/o acondicionamiento de los planteles es, por decir lo menos, aberrante. Esa modificación legislativa se consumó el día de ayer en el Senado, donde fueron aprobadas las leyes secundarias de la reforma educativa.
Sobre los legisladores de Morena recaerá la responsabilidad si en el futuro nuevas tragedias ocurren por falta de diseño ingenieril de los planteles educativos donde estudian los niños y adolescentes de México.
Así como al inicio del gobierno se cancelaron esos espacios seguros que eran las estancias infantiles, ahora se pone en riesgo a otros niños al desaparecer al organismo que debía vigilar que los planteles fueran seguros y óptimos para la educación.
Estas medidas son regresivas no sólo porque desmontan aparatos gubernamentales de los que no había mayor queja o sospecha de mal funcionamiento, sino porque es previsible que provocará más desigualdad antes que corregir las condiciones de desventaja que tenían las comunidades marginadas.
Las entidades menos pobres –los del Bajío o algunos del norte– podrían procurar mejores condiciones para sus escuelas, mientras que los estados menos desarrollados enfrentarán la precariedad que hemos visto en décadas. De forma que López Obrador antes que ser fiel a su lema de por el bien de todos primero los pobres, podría alimentar la marginación de los más pobres en cuanto a infraestructura educativa.
Pero así lo quisieron los de Morena, que ayer en la Cámara alta consumaron la desaparición del INIFED. A preocuparse por una cosa más: la inseguridad de las escuelas de los niños.