La Feria

¿Y dónde está el doctor?

El país lleva tres días enteros sin que el doctor del jefe del Estado dé la cara y le diga a la nación cómo evoluciona Andrés Manuel López Obrador.

Todo México está a las puertas de un hospital a la espera de saber la evolución de sus seres queridos.

Esta afirmación no es exagerada. La pandemia ha desbordado el enclenque sistema de salud que ya teníamos y no hay ya familia que no cuente con víctimas mortales por Covid-19, por males correlativos o por enfermedades de fatal desenlace que no fueron atendidas dada la actual saturación hospitalaria.

Una de las quejas más recurrentes de aquellos menos desafortunados que otros, ésos que lograron una cama para su paciente, es que los sistemas de salud dejan en ascuas por días o semanas a las familias. La gente comprende bien que médicas, médicos, enfermeras y enfermeros, lo mismo que trabajadores sociales están tan rebasados y exhaustos por la enorme cantidad de enfermos, y lo difícil de lidiar con ellos dada la impredecibilidad y contagiosidad del mal. Pero la comprensión no mitiga la angustia de no saber. Y ahora, con el presidente de la República contagiado, pareciera estarse repitiendo el patrón visto en tantos cientos de miles de mexicanos enfermos: al momento de entregar esta columna a la redacción, pasadas las 7 p. m., el país lleva tres días enteros sin que el doctor del jefe del Estado dé la cara y le diga a la nación cómo evoluciona Andrés Manuel López Obrador.

No es menester reproducir los zigzagueos y cantinflismos de la secretaria Sánchez Cordero, ni las opacas declaraciones del ministro de propaganda pandémica de este gobierno para demostrar que cualquier cosa que ese par diga no ha contribuido a la tranquilidad ni a la certidumbre.

Si es verdad eso de que el secretario de Salud, Jorge Alcocer, es el jefe del equipo a cargo de la atención médica del presidente López Obrador en su proceso por contagio de Covid-19, entonces tenemos a dos desaparecidos: al paciente y al doctor. Esta circunstancia es, por decir lo menos, anómala.

Si el doctor Alcocer es el galeno tratante, él debe hablar con la nación sobre la salud de tan especial paciente. ¿Qué razón puede haber para que no dé, literalmente, un parte médico de la evolución del mandatario? Su ausencia en la tribuna es perjudicial. No existe familia, y en este caso el país entero cabe en ese concepto, a la que la inaccesibilidad del encargado del tratamiento brinde tranquilidad.

Los voceros oficiosos –Gatell lo es porque incluso si le diéramos algo de validez a su testimonio sobre la evolución del mandatario está confinado y no ha hecho una valoración de primera mano, es un repetidor de oídas– sólo generan más interrogantes, más especulación, menos tranquilidad.

El Presidente tuvo, nos dicen, molestias desde el sábado. Febrícula y dolor de cabeza, han agregado. Una foto de la supuesta sesión de llamada con el presidente ruso el lunes es todo lo que tenemos sobre López Obrador. Tres días no son pocos: porque desaparecer no es lo mismo que aislarse.

Ojalá el Presidente esté muy bien. Y que el vacío se deba al reposo que le dará una óptima y hasta expedita recuperación a alguien acostumbrado a ser un torbellino. Eso, las razones del reposo, es lo que suelen comunicar los médicos, cualquier médico, ya no digamos el del Presidente. Pero acá ni eso tenemos.

Todo México está frente a una reja virtual, sin noticias claras y a la espera de que le digan buenas nuevas sobre el presidente de la República. Al mal manejo de otros temas en la pandemia no se le debe agregar un mutismo que no contribuye a que cada mexicano se dedique a lo suyo en lo que el mandatario vuelve, pleno en capacidades, a sus labores cotidianas.

La mejor manera de aferrarse a esta rara normalidad es brindando, desde la autoridad, mensajes claros, verídicos y regulares sobre la recuperación del jefe de la nación. Quien quiera que esté tomando las decisiones sobre la comunicación presidencial debe evitar que, a las angustias pandémicas que todas las familias tenemos, se sume una que surge más por la falta de manejo adecuado de la información oficial, que por la propia salud del Presidente. ¿Dónde está el doctor?

Consulta más columnas en nuestra versión impresa, la cual puedes desplegar dando clic aquí

COLUMNAS ANTERIORES

Un día en la (nueva) vida de Rubén
El narcoenredo de AMLO… narcocontactos, pero ¿para qué?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.