La Feria

¿Y si quemaran Palacio?

El poder presidencial ha dado la espalda a las mujeres que no se someten como las del gabinete y su partido, dice Salvador Camarena.

En ocasión del 8M circuló una fotografía de una veinteañera con ganas, según deduzco, de cargarse Palacio Nacional. No traía un marro, ni una antorcha. Nada de bomba molotov, ni pico o cincel. Pero, es mi interpretación, luce la actitud de querer tumbar un pedazo de fachada o un trozo de puerta, de descarapelar ese símbolo del poder. ¿Por qué no tendría que hacerlo?

Por qué tendría una joven que respetar la representación de uno de los poderes, la casa del Presidente, un sitio histórico, un hasta hace poco museo con obras de muralistas clásicos y otras parafernalias, como Palacio Nacional.

¿Qué le puede importar a una joven –o para el caso a cualquier mexicana no joven– que exista o no tan solemne recinto?

¿Palacio Nacional es un símbolo de justicia? ¿A su madre le pagan igual que a un hombre que desempeña idéntica labor gracias a que desde hace siglos existe Palacio? ¿A su madre le ahorró discriminación u violencias? ¿Aparte del derecho al voto –conquistado por ellas, no concesionado por el poder–, Palacio Nacional les ha garantizado algo en décadas a ellas?

Y una generación después, ¿a la joven y a sus hermanas y primas se les han dado las mismas oportunidades que a hombres de su edad? ¿Enfrentan un futuro próximo realmente igualitario? Ya sabemos la respuesta.

Dónde estaba el Palacio Nacional –sus ocupantes, obvio– cuando a tantas chicas como ésa la desaparecieron y al llegar al Ministerio Público a su angustiada familia le dicen que si están seguros de que la chava no se fue con el novio, de que no exageren, que ya volverá, que no pongan aún la alerta.

De qué sirve la puerta Mariana si las denuncias por violencia en pareja no se atienden en las fiscalías, si a 10 de ellas las matan cada día, si hay mafias que son dueñas de ciudades enteras para traficar con mexicanas en comercio sexual en nuestro país y en Estados Unidos.

No por nada las mujeres no parecen tener ganas de apedrear el que fue edificio del Ayuntamiento, contraesquina de la residencia de AMLO, porque al menos en la Ciudad de México los derechos de ellas han tenido desde hace años algunos avances. Pero ¿qué valores se promueven en Palacio Nacional que a las mujeres les hagan albergar un mejor mañana?

¿El respeto? ¿El diálogo? ¿Apertura frente a la diversidad? ¿La promoción de sus derechos sexuales, laborales, sociales? ¿Se procura no revictimizarlas cuando son violentadas? ¿Se les ha emparejado la cancha, destrabado la puerta? ¿O se les busca refundir en casa, cuidando a hijos y a ancianos en la pandemia, como promueve AMLO?

Mucho viva México cada 15 de septiembre desde el balcón de Palacio, pero ¿y la independencia de ellas para vestir como quieran y hacer lo que quieran?

Palacio va despacio es algo que se dice en las monarquías. Acá no se cantan mal las rancheras. El poder presidencial ha dado la espalda a las mujeres que no se someten como las del gabinete y su partido. Seguir en esa tesitura hará intrascendente para las mujeres libres, que exista o no ese recinto.

Cuidamos edificios porque –se supone– nos recuerdan quiénes somos, de dónde surgimos; porque igual y simbolizan lo que ha costado llegar hasta aquí. Pero eso de que "Palacio Nacional representa…" tal o tal, no es igual para todos. Si para ellas representa opresión, un poder de poderes que no trabaja para garantizarles igualdad y una vida sin violencia, entonces es pura escenografía y parte de lo mucho que las mujeres cambiarán… o desaparecerán.

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