Salvador Garcia Linan

Desaparición ilegal de personas

Cuando comenzaba la primavera en Argentina, a finales de los años setenta, grupos militares fuertemente armados, vestidos de civil, tomaban por asalto las viviendas.

Para Carmen Millé, mi esposa argentina de toda la vida.

En la última y brutal represión militar en Argentina, no se respetaron a las personas inválidas, ni a los lisiados, ni a los ancianos enfermos, ni a las mujeres embarazadas, ni a los niños…

Cuando comenzaba la primavera en Argentina, a finales de los años setenta, grupos militares fuertemente armados, vestidos de civil, tomaban por asalto las viviendas, siempre en las madrugadas, derribando puertas con suma violencia, despertando con terror e insultos a las personas que estaban durmiendo.

La brutal represión militar secuestraba a personas en las noches, mostraban la clandestinidad de sus ilegales y brutales operaciones, sin comprobar nunca que actuaban en nombre de una autoridad pública y cuál era el nombre de esa autoridad.

Desde todo punto de vista, un operativo de secuestro de personas por los militares argentinos implicaba un estado de extrema indefensión. La impunidad, la violencia desmesurada, la brutalidad de las Fuerzas Armadas gritando, insultando a plena medianoche, la clandestinidad del operativo y la gran violencia utilizada, convertían cualquier arresto simple de personas adultas y ancianos, enfrente de niños, en un huracán injusto, cruel y brutal, imposible de detener, aun suplicando y reiterando la total obediencia a sus órdenes.

Los militares nunca dejaban ninguna dirección o ubicación de los lugares a donde iban a ser llevados los prisioneros salvajemente tratados siempre por ellos, los elementos de las Fuerzas Armadas.

En Argentina, país invadido por los militares, no se observaba, en ningún momento, ningún trato humano de los militares que sacaban de las camas a golpes, insultos, gritos y con suma violencia, inclusive a ancianos, a personas discapacitadas, a inválidos y a mujeres embarazadas.

Después del asalto, en su desesperación, los familiares intentaban entrar en contacto con algún militar conocido retirado o posible informante oficioso, que les indicara dónde estaban detenidas las personas secuestradas. ¿En los centros de tortura como La Perla? ¿Ya habían sido juzgados y aún estaban con vida y bien y ya iban a ser trasladados a una prisión? ¿No fueron torturados? Esto nunca se los dijo alguien…

En muchas ocasiones, encontraron que la información que les daban los ‘militares retirados conocidos’, no era cierta.

¡Ellos tampoco se querían meter en problemas!

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