Para Guada y Silvina
Los adultos aceptamos que hemos encontrado una forma aceptable de segregación voluntaria durante la impredecible terminación de la pandemia del Covid-19. Sin embargo, no hemos dejado de sentir una continua inquietud por la ausencia de "nuestras relaciones sociales" con las personas con las que convivíamos social y profesionalmente.
Todo ello, por lo pronto, dejó de existir. Nos hemos convertido en adultos enfocados a llevar a cabo, en la casi la totalidad de nuestra existencia actual, encierros ciertamente protectores pero que se convierten en tiempo improductivo, ya que lo que daba sentido a nuestra existencia era el constante contacto con la gente. Con los encuentros familiares e inclusive con los tropiezos accidentales en la calle, banco, cafetería, gimnasio, etc.
Estar en contacto con la gente nos suministraba un sentido real a nuestra existencia. Estar en constante interacción con amigos, exalumnos, familiares, vecinos y "gente". Nos hemos visto en la necesidad de arrinconarnos en vida, quizás temiendo que podemos perder el empleo o un negocio.
¿Hemos pensado en algún momento en el terrible efecto que todo encierro les está ocasionando a niños y adolescentes? El aislamiento total resulta insoportable para los niños y jovencitos, ya que a diferencia de nosotros los adultos, los niños no tienen, con frecuencia, el poder expresar sus sentimientos dolorosos de soledad, miedo, tristeza e incertidumbre.
A los niños, aún con su lastimoso sentimiento de soledad, no suele permitírseles que con calma y sinceridad lo expresen a los siempre "ocupados" adultos, ya que la "sana distancia" les impide cualquier relación personal con amigos y compañeros de la escuela, quedándoles únicamente la deseada pero lejana posibilidad de soportar las reacciones prepotentes, autoritarias e inmaduras de sus padres y adultos, sin poder llorar ante ellos y expresar sin ninguna amenaza ni regaños, su situación personal terrible, solitaria y dolorosa que están sufriendo las 24 horas del día temiendo y odiando a sus irritables padres, sabiendo la imposibilidad de ser ayudados y protegerlos de sus profundos sentimientos de soledad, tristeza inseguridad y aislamiento social.
Más del 70% de los inmaduros padres de familia causan más daño a los niños y adolescentes que la salvaje pandemia que todos padecemos por igual.
Los niños son las víctimas injustas, sin ninguna protección de sus estúpidos e inmaduros padres y de sus familiares adultos. Recemos por ellos.