Salvador Nava Gomar

El presidente en la lente de Epigmenio

El presidente es congruente con sus presupuestos; pero también ignorante en muchos temas y pagado de sí mismo. Ha tenido importantes errores y omisiones y es incapaz de aceptarlo.

Epigmenio Ibarra es un artista. Intelectual de muy izquierda y activista con su maravilloso arte. Sin embargo retrata tanto al presidente que en ocasiones parece espectador aplaudiendo. La cápsula de Milenio TV en la que invita a apresurar la revolución de la cuarta transformación es deslumbrante, cierta en sus razones pero equívoca por ideologizada.

Epigmenio se forjó como corresponsal de guerra, donde supongo cargó su parque contra la derecha. Maldice a Calderón y a Peña mientras disfruta de la inteligencia, humor y poesía del 'Subcomandate Marcos'. No admite puntos medios y es ahí, quizás, donde se equivoca.

Dialogaré con su cápsula (lo entrecomillado es de ese momento en televisión):

"¿Qué se creían? ¿Qué todo seguiría igual? ¿Que solo se trataba de pasar la estafeta? ¿Qué lo de la transformación de México, era sólo una frase? ¿Qué caerían uno o dos chivos expiatorios y que en eso consistiría el cambio?" Responde y con razón: "Se equivocaron, transformación radical prometió una y otra vez en campaña Andrés Manuel López Obrador, lo gritó en las plazas, lo dijo en debates y entrevistas, lo escribió, lo explicó, lo repitió hasta el cansancio y con su llegada al poder comenzaron estos días que […] estremecen y estremecerán aún más a México y al mundo.

Sí. El presidente es congruente con sus presupuestos; pero también ignorante en muchos temas y pagado de sí mismo. Ha tenido importantes errores y omisiones y es incapaz, como Epigmenio, de aceptarlo.

Tenemos un gobierno de izquierda radical por el que votó la mayoría de electores; su perspectiva básica es atender a 70 por ciento de la población, la más desfavorecida, y no a la oligarquía. Está bien, pero su punto de quiebre está en apretar al empresario, que genera buena parte del empleo que los pobres necesitan y sobre todo, que paga los impuestos que financian los apoyos para sectores vulnerables.

"Quienes pensaron que éste sería un cambio cosmético, esos que, a pesar de la historia de fraudes electorales, violencia, corrupción e impunidad, sostienen la idea de una supuesta normalidad democrática en este país, cometieron tres errores garrafales: Se creyeron su propia impostura; simplificaron groseramente las propuestas de López Obrador y despreciaron la movilización ciudadana…"

Me parece que ve todo en blanco y negro: No todo lo que hicieron los anteriores gobiernos fue una impostura. La gran mayoría de las elecciones recientes no fue un fraude electoral (Andrés Manuel perdió en 2006, por ejemplo) y nadie desprecia la movilización ciudadana.

De lo otro tiene mucha razón, pero no toda. La violencia nos rebasó, es verdad, pero no más que ahora que falta una estrategia certera y nos inunda la improvisación con la tibieza de los abrazos. De la corrupción e impunidad nada puedo decirle, el sexenio pasado fue el más corrupto del que se tenga memoria y la impunidad es el peor flagelo de nuestro sistema de justicia. La tragedia del momento es que sigue denunciándose desde el atril del político, pero en los hechos no hay congruencia con el discurso.

"Pasar del Estado gestor de oportunidades del neoliberalismo, como lo plantea López Obrador, a un Estado garante de derechos que son innatos al individuo […] implica necesariamente hacer una revolución y afectar los intereses de aquellos que por décadas acapararon las oportunidades." No permitir negocios a los gobernantes y sus círculos concéntricos es correcto y necesario, pero no mide parejo y Epigmenio lo sabe. Respetar derechos es imprescindible y nadie puede reprocharlo, pero el presidente coarta la libertad de expresión, fustiga a órganos que tutelan derechos que le incomodan y menosprecia la lucha de género. Ante eso no puede aplaudir.

La diferencia sustantiva de quienes votaron por la transformación de México, dijo Epigmenio, era cambiar por injusto, por desigual y por indigno este mundo en que vivíamos. "En eso estaba ya el gobierno que elegimos y la crisis aceleró el proceso de transformación y profundizó, todavía más, las diferencias con quienes se oponen a la misma." No. El principal polarizador social es el propio presidente. Esa es la mayor tragedia de su gobierno, aún más que la incompetencia, el resentimiento y la improvisación.

"¿Qué hacer con los ricos? Se pregunta López Obrador ¿Cómo hacerlos entender que tienen un papel protagónico que desempeñar en esta transformación? Y se queda en silencio, pensativo, mirando fijamente a la cámara." Así acaba, en suspenso, el magnífico productor que idolatra al presidente. Su cámara realza las virtudes, el filtro opaca sus defectos y el micrófono no registra errores.

En una entrevista, hace años, Ibarra dijo: "aspiramos a transmitir un mensaje de respeto, tolerancia y aceptación de la diferencia que nos enriquece en todos los órdenes de la vida". Parece que lo olvidó, pues el presidente es intolerante con quienes no ven el mundo a través de sus ojos o la lente de Epigmenio, y en eso se equivocan los dos, por más méritos que pudieran tener.

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