Salvador Nava Gomar

El vocero de sí mismo

El presidente es un genio de la comunicación: sonríe, ironiza, ataca, se pone serio. No comunica sustancia pero encanta; no predica con el ejemplo, pero predica muy bien.

El presidente es un genio de la comunicación, sabe perfectamente que son pocas las ideas a comunicar y que debe repetirlas. Como Goebbels o Clinton con su "es la economía, estúpidos".

Andrés Manuel sonríe, ironiza, ataca, se pone serio. Todo bajo el telón de lo que quiere comunicar. Cae en contradicciones e improvisa, pero siempre en la misma ruta: "primero los pobres", "soy honesto", "el pueblo es sabio", "vamos contra los corruptos", y así en una noria infinita que lo devuelve siempre al mismo mensaje.

Es fiscal, juez y parte. Aquellos a quienes señala no pueden defenderse, sin importar que no medie investigación ni debido proceso en su contra. Si él los menciona ya no tienen garantías de acusado ni derecho de réplica. Se basa en su peculiar código de ética, no en la ley. Acaba con el prestigio de las personas si piensa que lo merecen y atiza el enardecimiento social sin procesos legales. No tiene rival, aniquila con el dedo.

Lo mismo interpreta la Constitución, opina sobre aeronáutica, determina el cese de programas sociales, descalifica la idoneidad de otros órganos del Estado o más, pero siempre con la muletilla de la autoridad moral.

Conquista a su electorado. Distrae la marca de los asuntos trascendentes y sale por la tangente. Puede dormir después, pero ya dejó la nota para el resto del día. Rompe con la ortodoxia de la comunicación. La vocería y conferencias de prensas de los jefes de Estado tradicionales palidecen con el impacto de sus mensajes. Los videos caseros que difunde en redes desde fondas o vuelos comerciales lo posicionan donde quiere estar.

Las críticas técnicas que consideran erróneas sus políticas no pintan. Va a los más de 30 millones de mexicanos cansados por abusos de la clase gobernante y empresarial, por la mafia del poder, pues. Sus medidas equivocadas se pierden en la crítica de lo que él llama neoliberalismo. No importa que algunas de sus medidas sean justamente neoliberales. Tampoco importa que sea conservador (aplica medidas de hace 40 años), en su mensaje se dice liberal y juarista.

Rompe las dinámicas macroeconómicas pero se regocija de ayudar a los pobres; y las medidas que nos comprometen como país, como la calificación de Pemex, empequeñecen en el frenesí de la población que recibe ayuda: una familia típica mexicana, de clase baja, con una madre soltera, un hijo nini y un abuelo de la tercera edad, recibirá 10 mil pesos mensuales. ¿Esa familia dejaría de votar por él? ¿Importará a esa familia de Iztapalapa o Nezahualcóyotl el resquebrajamiento de la balanza hacendaria?

No es tonto, no es lento ni ignorante para lo que hace. Es verdad que no comparte la intimidad de su fuero. Nadie sabe para dónde va. Ninguno de sus cercanos conoce su rumbo. Quizá su esposa e hijos. Tal vez ni él sepa bien a dónde conduce el barco, sólo que hay que dar de comer y mantener contentos a una parte de los tripulantes: los pobres, los enojados con todo lo que él no es o, cuando menos, con todo lo que él dice que no es; y la gente lo siente, lo agradece y le aplaude.

La más mínima señal es tomada como orden de ataque y embestida por su equipo y seguidores. Denuesta sin ton ni son. Lo mismo a la mafia del poder que a prestigiadas calificadoras internacionales. Domina el Congreso, está penetrando en órganos autónomos y cuando no es así ataca, levanta falsos y dice barbaridades: dijo que los organismos autónomos son "una gran farsa". Pareciera que se decanta por un país sin mediciones (Inegi, Coneval), sin vigilancia al poder (CNDH), sin que otros organicen elecciones y consultas (INE), sin tener que entregar información (INAI), sin debido proceso para los ciudadanos (Poder Judicial), y aun así queda como el gran estadista del pueblo.

La sociedad civil organizada es calificada por el presidente como conservadurismo impulsado por grandes consorcios. Antes eran pueblo, hoy defienden intereses mezquinos… ¿Y las madres que buscan a sus hijos? ¿Las víctimas de delitos? ¿Los colectivos lésbico-gay que son discriminados?

Baja sueldos, cierra guarderías, hará una refinería obsoleta. Experto en todo y maniqueo: si estás con él eres de izquierda, si no fifí; si aplaudes a la refinería estás con el pueblo, si no eres neoliberal; si ovacionas la gravedad de dejar a las madres trabajadoras sin guarderías para sus hijos, estás contra la corrupción, si no, eres de los políticos de siempre; y así se va, permeando y ganando espacio público para los suyos alrededor de su propio culto.

Lo que hace no es derecho a la información, es ejercicio de poder. Se retroalimenta del espejo que le brinda loas y obediencia ciega que anula la autocrítica. Sólo es dicho de su visión sin planteamiento, pero dicho efectivo al fin. No comunica sustancia pero encanta. No predica con el ejemplo, pero predica muy bien.

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