Salvador Nava Gomar

Game of Thrones

El autor hace una comparación entre la trama de la serie ganadora de 47 premios Emmy y el sistema político mexicano, que si bien aquí no hay dragones ni bruja; podría esta obra de arte sobre la intriga de la naturaleza política enseñar a muchos.

Terminó la exitosa serie. Una saga épica de fantasía medieval con tintes hiperrealistas que resaltó capítulo a capítulo la intriga y miseria de la ambición política, con un planteamiento que enganchaba a cualquiera, mientras mostraba la similitud entre ficción y realidad en la voracidad por el poder, que en todo tiempo y lugar es reflejo de baja autoestima que cree encontrar remedio en el control de los demás.

Historia de mezquindad y manipulación como argumentos de una narración de conquista que, suceso a suceso, conducían y preparaban al espectador para un desenlace por todos querido y que también, como ocurre en la vida, cambiaba tras unos capítulos que dejaban ver la verdadera naturaleza del héroe, como sucede con alguien electo para gobernar.

Reyes, consejeros, herederos, cortesanos, ministros de culto, espías y guerreros detrás del trono que desfilaron por ocho temporadas y 70 capítulos, bien encajan en el perfil de nuestros políticos. Nada ajeno a lo que pasa en otro sitios, de hecho George R.R. Martin, el genial escritor de los libros en los que se basó la serie, tomó ideas de sucesos reales, como el conflicto de la guerra de las rosas en Inglaterra; los juicios por combate en la Europa medieval; la boda roja, que en realidad es la cena negra de Escocia; el fabuloso muro de hielo, inspirado por el muro que hizo Adriano para proteger a la Britania romana del norte y que hoy quiere Trump; y la corona de oro, suceso inspirado en el emperador romano Publio Licinio Valeriano, cuando el rey Persa, Sapor I, lo capturó y lo hizo tragar oro fundido.

La historia se repite porque muchos no aprendemos. Por ello hay sucesos similares en todo el mundo: conquistas, independencias, revoluciones, transiciones, traiciones, pactos, avances y regresiones. En la entretenida serie aparecen algunas coincidencias escalofriantes con nuestros tiempos: la pobreza que condena a la riqueza porque la iguala dogmáticamente con la corrupción y la vergüenza; la destrucción de todo lo anterior una vez que se conquista lo anhelado; poblaciones afectadas por las decisiones equivocadas de sus gobernantes.

Hay una reina malvada, un matarreyes, notables e inteligentes consejeros que muchas veces no son escuchados, tontos que gobiernan, niños que nacen con todo, bastardía que remonta en sociedad, guerras, impuestos, inviernos, muros que dividen, periodos de larga noche y oscuridad.

El problema de las dinastías monárquicas es que los descendientes se creen con derecho al trono. Sus casas pelean por prerrogativas de sangre. Esto se parece a los caudillismos de partido y a las huestes frenéticas que sienten que la revolución les hizo justicia, como los priistas en su regreso con Peña o los lopezobradoristas que se creen dueños del país.

En la fantástica serie se urden intrigas con estrategia, venganzas y traiciones que no permiten separarse del televisor. En la vida real la ambición política y la falta de preparación arrastran a millones de personas.

La destrucción que resultó en la serie por el aniquilamiento del enemigo devastó naciones. Aquí se está rompiendo con instituciones porque creen que el pasado es adversario, incluso el Presidente se refiere constantemente a "nuestros adversarios". Cuidado. En muchas ocasiones actúa solo y no se alcanza a ver el beneficio de decisiones absurdas, como el aeropuerto, la refinería y ya un largo etcétera. En la serie la malvada reina destruyó todo por permanecer. Vivía en amasiato secreto con su hermano porque los demás le parecían menos, algo así como el solitario líder que sólo se autocomplace con la fidelidad de sus seguidores más cercanos, quienes nada critican.

También había una reina buena, poderosa por sus buenas intenciones y que sumó seguidores en su largo peregrinar, como hizo AMLO durante 18 años. Cuando la reina tuvo muy cerca el poder y la alianza de todos para lograr la victoria y sentarse en el trono a hacer buen gobierno, dudas, intriga, sospechas y la ofuscación que el poder produce, la llevaron a la aniquilación total del adversario, y con su hijo dragón arrasó con la capital y toda su inocente población, sólo por creer que no la querían, como si fueran una porra fifí que se atrevió a chiflar por un desacuerdo.

La serie ha ganado 47 premios Emmy; la penúltima temporada se ha reproducido más de mil millones de veces. Claro, aquí no hay dragones, brujas ni muertos vivientes; pero bien podría esta obra de arte sobre la intriga de la naturaleza política, enseñar a muchos lo que no debe hacerse.

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