Salvador Nava Gomar

Mutación constitucional

En el caso del gobierno federal no hay más límite que la voluntad del presidente y lo peor de todo es que no obedece la Constitución y gobierna como le da la gana.

Tras el asueto del lunes pasado pocos pensaron en la efeméride que se celebraba y su importante significado. Parece que ignoran que es justo en la Constitución donde consta el reconocimiento de nuestros derechos y los límites bajo los que se rige todo órgano del Estado; y que, dicho sea de paso, es en la propia Constitución (con otras palabras, claro) donde se establece que las instituciones públicas están para servirnos.

Nuestra vida constitucional fue secundaria frente a la omnipotencia de los presidentes del primer priato. Hacían y deshacían a su antojo y cómo no, reformaban la Constitución de acuerdo con su ideología y mejor creer y entender. Había quien actuaba en ocasiones sin atender su mandato y ajustando la norma a su voluntad. La matanza de Tlatelolco de Díaz Ordaz, la del 71 de Echeverría o la expropiación bancaria de López Portillo, son claro ejemplo. Ante tales atrocidades no hubo una sola consecuencia legal.

Usaban la Constitución para justificar el discurso político, hablar de las epopeyas libertarias y repetir la genialidad absurda del institucionalismo revolucionario, con el que en la Constitución se 'institucionalizaban' por vía de la reforma los anhelos de la Revolución. Bla bla bla mientras el Derecho se subordinaba al mandato político. Largos discursos, sobra de símbolos nacionalistas y derechos a la deriva.

Avanzamos. La oposición creció y cristalizó demandas históricas, lo que coincidió con las exigencias de los nuevos socios comerciales, que desde el extranjero reclamaban del país rigidez en el cumplimiento básico del Estado de derecho.

Hoy las relaciones comerciales con el mundo no son tan importantes para el gobierno de López Obrador y no hay oposición que pinte. Nuestra vida alrededor de la Constitución retrocede décadas. El PRI se ha adherido en contubernio parlamentario con Morena y difícilmente legisladores federales o locales podrán oponerse a los mandatos del supremo líder.

Se mete a menudo con los órganos autónomos y presumió su injerencia en la Corte. Deja de lado el núcleo esencial de la Constitución: derechos fundamentales y división de poderes; y que ambos operan como límite al ejercicio de autoridad. En el caso del gobierno federal no hay más límite que la voluntad del presidente. Cuidado.

Lo peor de todo es que no obedece la Constitución y gobierna como le da la gana. Está mutando el contenido de la Carta Magna sin reformarla, y lo dejan pasar a su antojo. La prisión preventiva para delitos electorales, el huachicol y cualquier acto de corrupción, viola la presunción de inocencia y es tan inconstitucional como la creación de la Guardia Nacional y la disminución de los salarios. Pero platica más sobre las fondas que visita que lo que llega a profundizar sobre estos temas torales y sus consecuencias.

El desarrollo de la niñez, que en el plano normativo encuentra asidero en distintos artículos constitucionales, será trasladado en la parte que atañe a las guarderías del Estado a la custodia de los abuelitos; otro ahorro mal entendido y francamente sin sentido.

Otra característica de nuestro constitucionalismo es el federalismo y cada vez nos centralizamos más. Los superdelegados concentran el mandato del presidente y manejan los recursos a discreción y conforme los aprobó la propia mayoría de Morena, que también responde a Andrés Manuel.

El 5 de febrero pasado, en el Teatro de la República, habló de los parches y reformas a la Constitución, después de que el gobernador de Querétaro expresó con acierto que "la mejor forma de honrar la Constitución no es evocándola, sino cumpliéndola". El presidente López Obrador dijo que no existen condiciones para crear una cuarta Constitución, por lo que solamente impulsarán su transformación. Asusta el uso de sus palabras. De entrada no sería la cuarta, hemos tenido más constituciones, pero él habla de la cuarta transformación y parece que ya empata los términos, lo que remata con la idea de impulsar su 'transformación'. ¿Le suena?

Dijo que hay tareas más importantes que una nueva Constitución. Error. Nada es más importante en una democracia que la norma en la que constan sus dinámicas y consecuencias (derechos y división de poderes); añadió que podría hacerlo para el porvenir: "Cuando entreguemos nosotros la estafeta para las nuevas generaciones, por qué no convocar a un nuevo Constituyente y elaborar una nueva Constitución". El tan anunciado cambio de régimen y la tan temida reelección de López Obrador, no es sólo con él en el frente formal, puede ser también con un régimen que emane de una nueva Constitución a modo, dictada por sus ocurrencias.

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