Samuel Aguilar Solis

Autócrata y populista

López Obrador, con sus acciones, iniciativas y narrativa, han buscado socavar no solo el andamiaje constitucional, sino la democracia misma,

La historia nos enseña, con muchos ejemplos, cómo tiranos con ropajes populistas han llegado al poder usando las normas y los caminos de la democracia, para luego, instalados ya en la cúspide ejecutiva del Estado, despojarse sin rubor alguno del disfraz con el que arribaron para destruir la democracia. En el mundo contemporáneo estamos viviendo un momento populista y autocrático y somos testigos de cómo en otras latitudes ya varias sociedades han perdido sus libertades, y sin exagerar podemos decir que hoy el mundo democrático corre peligro. La democracia, como todo régimen político, es frágil, y en la historia de las democracias del siglo XX en nuestra región, a estas las mataban los golpes de Estado, pero desde el 2016 estamos presenciando que no son los generales, sino populistas que, explotando el resentimiento social y bajo los actos de corrupción, impunidad, y el alejamiento de la partidocracia de las causas sociales han construido una narrativa para ganar el poder, es el caso mexicano desde el 2018. Pero ya instalado en el poder, López Obrador, con sus acciones, iniciativas y narrativa, han buscado socavar no solo el andamiaje constitucional, sino la democracia misma, por lo que ahora la lucha de la sociedad civil es por salvar la democracia y advertir de la amenaza y de quien quiere matarla para solo imponer su voluntad.

La lucha que, no solo los mexicanos sino muchos ciudadanos en el mundo estamos dando es por salvar la democracia de las amenazas concretas de autócratas que se han quitado la máscara y abiertamente declaran que: “no me vengan con que la ley es la ley” y “por encima de la ley está mi autoridad”, es decir, dicen abiertamente que no están dispuestos a respetar ni la Constitución ni la ley, eso no es otra cosa más que proclamarse abiertamente golpistas y autoritarios. Un autócrata es aquella persona que por sí sola, sin contrapoderes, ni respeto a la Constitución ejerce de manera absoluta la autoridad de un Estado.

En México estamos viviendo justo la lucha por imponer la sola visión de una persona, en este caso el presidente, y por otro lado, los que estamos porque se respete la Constitución. López Obrador piensa que el triunfo que se le dio en 2018 fue un cheque en blanco y para siempre de imponer su voluntad y está muy equivocado, ha mentido incansablemente y ha traicionado el juramento que hizo de respetar la Constitución, su narrativa elemental de que él representa al pueblo es una mentira más porque TODOS somos el pueblo, y piensa que la democracia es solo la formal, la de ir a votar y el triunfador es un representante que puede hacer y deshacer, y pues está muy equivocado, si bien es cierto que la condición es ganar con los votos mayoritarios, es importante restregarle en la cara y educarlo sobre que la democracia sustantiva es democracia constitucional, es decir, que es un régimen político que tiene otros poderes autónomos reconocidos y respaldados por la Constitución, justo para impedir que el poder de uno se imponga a todos sin respetar a las minorías o de hacer lo que le venga en gana.

Una democracia constitucional es aquella que contiene derechos fundamentales para todos y cada uno de los ciudadanos, y un mecanismo de control de legitimidad de las leyes a cargo de los jueces, sí, de los jueces a esos que tanto aborrece López Obrador y del poder judicial que detesta y ataca ferozmente porque no lo controla, y que dentro de las iniciativas que envió al Congreso pretende, en su famoso plan “C”, controlar. Pues eso es justamente lo que las marchas ciudadanas están defendiendo, un tipo de democracia que mantenga el pluralismo y la participación política de los ciudadanos y las libertades, un Estado con equilibrio y separación de poderes y no la verticalización del poder, el unipersonalismo del populista, que de manera autoritaria, pretende romper el orden constitucional y la democracia misma, la democracia que reconoce, por supuesto, el principio mayoritario, pero que deja a salvo el derecho de las minorías la posibilidad para que de manera democrática puedan en los próximos procesos electorales convertirse en mayoría, la democracia que como sistema de vida establece el artículo tercero de nuestra Constitución. En fin, aquella democracia constitucional que no solo sea un método técnico con el que llegas al poder a través del voto y conforme a la ley, sino que además ya en el poder, gobiernes conforme a la Constitución y las leyes.

El contexto de violencia e inseguridad en el que ahora estamos iniciando el más grande proceso electoral de nuestra historia y unas autoridades electorales debilitadas por sus contradicciones y divisiones internas es de por sí ya un gran reto, pero la mayor amenaza ahora proviene del presidente y eso es lo verdaderamente grave al contar no solo con grandes atribuciones legales y de recursos públicos, sino sobre todo con una cada vez más amenazante actitud de romper el orden constitucional si las cosas no se hacen y salen a la conveniencia de sus intereses.

Este “gobierno” rebasa ya las más de 180 mil personas asesinadas y casi 50 mil desaparecidos, una economía donde en promedio, en lo que va del sexenio, apenas puede llegar al 1% del PIB; una catastrófica crisis en el sector salud no solo del pésimo manejo de la pandemia del Covid, sino también de falta de medicamentos, y mentiras gigantescas como el del tamaño de la “megafarmacia”, sino también de una ausencia de sensibilidad con las víctimas de este desastre de manejo en el sector salud, la gran opacidad que busca enmascarar a un gobierno corrupto, donde la adjudicación directa es el instrumento para la no transparencia y para seguir la corrupción, amén del gran déficit fiscal que está dejando y por falta de espacio no seguimos documentando más actos que definen el fracaso de López Obrador, ahora lo más importante es que nos concentremos en su mayor amenaza, que es justo el querer matar la democracia.

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