Samuel Aguilar Solis

Muerte y ¿resurrección? de la democracia

La terminación de la democracia constitucional de México, si al final se mantiene lo que hoy hace Morena en una ruta trazada por el obradorato, es entrar en una larga noche para las libertades.

El último clavo al ataúd de la República Mexicana se acaba de dar con lo aprobado en el Senado de la República por Morena y sus acólitos para mantener, según ellos, “la supremacía” del Poder Legislativo sobre el Judicial. Como bien sabemos, la sola palabra de “supremacía” nos conduce a la propaganda de los años de entreguerras que el nazismo utilizó para llegar y mantenerse en el poder en Alemania, y me parece que la sola nominación de la atrocidad jurídica que acaba de hacer Morena nos recuerda cómo murió la democracia alemana y cómo fueron las consecuencias de ello para el mundo con la Segunda Guerra Mundial.

La terminación de la democracia constitucional de México, si al final se mantiene lo que hoy hace Morena en una ruta trazada por el obradorato, es entrar en una larga noche para las libertades, la democracia mexicana, el estado de derecho y la simple convivencia de los ciudadanos que la misma presidenta debería de observar no solo es contra sus adversarios políticos, sino para su propia administración, ya que frente a la violencia e inseguridad que se está viviendo, es prácticamente improbable que una buena gobernanza, aún con un gobierno autócrata como el de ella, se mantenga y llegue a buen puerto de sus propios intereses. La policrisis que se vive no augura un sostenimiento de gobernanza, insisto, aún de sus propios intereses. Veamos.

Ahora la violencia recrudecida y la inseguridad es producto también de los cambios de mandos, tanto en el plano federal y local (los cambios de gobiernos estatales y municipales resultado de las elecciones de junio pasado), que alteran los acuerdos” de los grupos criminales con los políticos y funcionarios en los tres niveles de gobierno, y solo se podrá disminuir hasta en tanto se logren definir las nuevas correlaciones de fuerza entre los grupos criminales y de estos con los nuevos gobernantes.

Las acciones de abatimiento de criminales por las fuerzas federales, las evidencias de inocentes tiroteados por el ejército y la presencia, según las propias autoridades, de sicarios guatemaltecos en territorio mexicano, muestran no solo los rasgos de la militarización de la vida nacional, sino también la magnitud del problema al que el Estado se enfrenta con las empresas criminales, que muestran no sólo su capacidad de fuego, y sus cuantiosos recursos para la guerra, sino también la internacionalización de sus redes. La imagen del país para el mundo, y de manera particular, para los inversionistas es claro que esta es de violencia y de pérdidas del Estado de Derecho en México.

El próximo año, según se anticipa en las proyecciones económicas de varias instituciones financieras, el crecimiento económico apenas rebasará el 1 por ciento, amén de los abultados compromisos de pago por la deuda pública y de las empresas como Pemex y CFE que se mantienen en la narrativa gubernamental de sostenerlas sea cual sea el costo de su ineficiencia y corrupción, además, el monto financiero de los programas sociales, y de los que se sumarán el próximo año de becas a los niños en escuelas públicas y pensión a las mujeres de 60 a 64 años, que siendo loables tienen una carga para las demasiado críticas finanzas públicas. Obvio que para mantener todo ello sin ingresos provenientes de impuestos sobre la renta de una economía que no crece, la única salida es más deuda, acrecentando pues dicho problema. Súmele la persistente crisis que se vive en el sector salud por la falta de medicamentos, y la pésima calidad en los servicios y las necesarias obras de mantenimiento de equipo e instalaciones.

Una actitud autócrata como la que la presidenta ha mostrado en menos de un mes, como cuando ha señalado que no habla con la oposición porque ella solo habla con el pueblo, la retrata de cuerpo entero no solo en su soberbia, sino en una personalidad que no parece entender que el estado en que se encuentra el país y con esa postura, no le bastará para mantener la gobernanza, su altanería, si se mantiene en lo obcecado de su actitud, la llevará a una profundización de los problemas, cuando en lo que debería de estar abocada, por su propio beneficio, es en la búsqueda de un acuerdo de Estado para hacer frente a los terribles desafíos en los que está el país. El control del Congreso y de la dirección de Morena NO están en manos de la presidenta sino de López Obrador, y eso justo en estos días se hace más evidente.

El momento populista y autócrata que se vive desde, prácticamente, 2016; en mundo con el Brexit y la llegada de Trump al poder fue el contexto para el triunfo de López Obrador en México, y hay que recordar que nuestra generación no es la única que ha padecido estos tiranos en la historia , como arriba recordaba el llamado periodo de entreguerras con el fascismo y el nazismo en Europa, es lo más documentado que tenemos, pero también del repaso histórico tenemos que aprender a que sólo con la creación de una gra frente opositor a estos nuevos autócratas es que podemos regresar a la senda de la democracia constitucional , y el reto no es solo para la pálida oposición partidaria, sino para todos los ciudadanos que luchamos por la democracia constitucional, así como de grandes movimientos sociales que, creo, pueden comenzar por las luchas de las elecciones locales, que es donde más se visualizan las acciones de pobreza, desigualdad, violencia, inseguridad, y corrupción, entre otras, para ir recuperando territorio para la aplicación de la ley y el renacimiento democrático, y para ello, creo firmemente que una cosa esencial que NO se debe de olvidar y debe mantenerse presente en la estrategia de recuperación democrática son las CAUSAS por las que el obradorato pudo llegar al poder, sin hacer esta revisión, sin duda, el retorno a la democracia no será posible; no será sin duda un día de campo, y el camino será difícil y empedrado, pero más vale ir trazando la ruta que mantenerse en la inmovilidad.

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