Hace 30 años, al finalizar 1994, no pocos analistas políticos se refirieron a él como un año muy horrible para los mexicanos; sin embargo, aunque existieron eventos dramáticos que estremecieron al país con varios asesinatos como el del candidato del PRI y el del secretario general de dicho partido, y se terminaba el año con ‘el error de diciembre’, que implicó no solo una devaluación sino que las consecuencias de ello se vieron reflejadas con la terrible crisis económica y financiera de 1995. Pero me parece que no todo fue malo, el estallido del movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) logró visibilizar las condiciones de marginación y pobreza en las que no solo los indígenas de Chiapas vivían, sino las de los indígenas en general, en todo el país, que permitió una amplia solidaridad nacional con el movimiento zapatista y obligó de manera inmediata a direccionar recursos y programas públicos y avanzar en legislaciones que otorgaran un reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios y estar como punto central de la agenda nacional aún y que hasta la fecha, los Acuerdos de San Andrés sigan siendo una deuda pendiente; la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC), en un contexto que dejaba atrás el problema de la deuda pública de México, pero sobre todo que supo ser el instrumento estratégico con el que México se inscribía en la economía global después de la caída del Muro de Berlín y ‘del socialismo realmente existente’ y todos sus significados, no solo para Europa sino para el capitalismo en el mundo y la democracia liberal, que vino, sin duda alguna, a transformar la estructura productiva y comercial de nuestro país y que hoy mismo, después de los negros resultados del obradorato en materia económica, entre otros, por supuesto (0.8 por ciento de crecimiento del PIB en promedio en todo el sexenio) sigue siendo la ‘tabla de salvación’ que el país ha tenido desde entonces y por último que, pese a la extraordinaria complejidad e incertidumbre política que se percibía, hubo unas elecciones en paz en ese 1994.
Pero 30 años después, el año que está terminando ha dejado una estela de desolación por el fin de la República, y la manera en que pese a ser (y en este espacio lo hemos dicho desde siempre) una democracia defectuosa, pero al fin una democracia, el régimen del obradorato ha matado la democracia mexicana.
Una enorme concentración de poderes en una sola persona, que los resultados electorales le dieron en junio, no solo para mantener la presidencia de la República a Morena sino amplia mayoría en el Congreso, amén de algunas acciones a todas luces gangsteriles con algunos senadores, le dieron la mayoría calificada para reformar la Constitución y darle un golpe mortal al Poder Judicial, terminando con cualquier forma de equilibrio de poderes que todo Estado constitucional de derecho tendría, acabando así la democracia mexicana y pariendo un régimen autocrático que, además, con múltiples casos lo vincula con grupos delincuenciales. ¿Se está formando un Estado mafioso?
Con esa amplia mayoría, y sumados ya algunos legisladores que habían ganado su espacio en el Congreso por partidos que integraban la coalición opositora en el pasado proceso electoral, hicieron los cambios constitucionales para desaparecer los órganos autónomos y con este cambio institucional le suman más poder al Ejecutivo.
Y pues ya encarrerados y cumpliendo todas las instrucciones que les fueron dictadas por su verdadero líder político, esos ‘legisladores’ de consigna, incluso introducen en la Constitución la prohibición de vapeadores, abriendo con ello la posibilidad de que cualquier cosa puede estar en la Constitución, como si un panfleto o reglamento administrativo fuera esta.
Pero este año, con los resultados electorales se confirmó la muerte de la oposición partidaria, que como también en muchas ocasiones hemos mencionado estaban en crisis por su cartelización que venían operando, aunado a su corrupción y que fueron las verdaderas causas de su derrota desde 2018 y abrieron, con ello, las puertas al triunfo del populismo obradorista.
En 2024 obtuvieron su acta de defunción. La brutal debilidad (desaceleración) de la economía está manifestándose al cierre del año también con una caída real del empleo formal, con todo lo que ello implica para las familias que ven con ello más de cerca la cara de la pobreza que los programas sociales no pueden mitigar, y que con las amenazas de deportaciones masivas de parte de Trump (que traería una caída de las remesas) y de imposición de aranceles a los productos de exportación de México a Estados Unidos y las declaraciones de parte de actores importantes en la próxima administración Trump, incluso, de terminar el tratado comercial y si bien nos va su revisión en puerta en 2026 hacen de este cierre de año un preocupante panorama en la economía y sus repercusiones sociales en la población.
Este año que termina es también un año con graves conflictos de guerra y de inestabilidad política en varias democracias que consideramos sólidas, como el caso de Francia y Alemania, que por cierto esta última, apenas hace unos poquísimos años, era la locomotora de la economía de la Unión Europea, amén de otros gobiernos que se mantienen en un equilibrio inestable a base de coaliciones como es el caso de España (nuestro principal socio comercial de la Unión Europea), pero, sin duda, el punto más preocupante en el escenario internacional de este 2024 es el resultado electoral que lleva de nuevo a Trump a la Casa Blanca, con una mayoría en el Congreso y en la Suprema Corte de Justicia que amenaza a la democracia globalmente y abre un ciclo de gran incertidumbre global. Sí, 2024 fue un annus horriblis.