Una vez terminado el engaño de las 'precampañas' y hasta el 29 de marzo, estaremos en la intercampaña, periodo en el cual se puede hacer difusión de propaganda política para dar a conocer ideología (no sé cuál), principios, valores o programas de un partido político en general, los candidatos o precandidatos pueden asistir a eventos o reuniones privadas siempre y cuando no llamen al voto y los candidatos pueden dar entrevistas. Más allá de estas fronteras entre precampaña, campaña e intercampaña que aún discute el INE, este puede ser un tiempo en el que los partidos, las distintas coaliciones y los candidatos y sus equipos puedan reflexionar lo que han hecho hasta el momento en términos autocríticos; evaluar el rumbo y el contenido de la campaña; integrar equipos; establecer los tiempos y diseñar la estrategia de las coaliciones con los partidos aliados; definir las prioridades electorales, afinar los mensajes, etcétara.
Al diseñar las campañas, las diferentes coaliciones deberán de tener en cuenta que la contienda estará marcada por una confrontación abierta entre el statu quo y el cambio, teniendo como eje los graves problemas que aquejan al país. Así, en esta confrontación recordemos a José María Maravall en su libro La Confrontación Política, el cual resulta muy útil en cuanto a la estrategia de campaña.
En su libro, establece razones estratégicas del consenso, afirmando que los ciudadanos votan por aquellos cuyo programa es más cercano a sus preferencias políticas, lo que implica que conozcan el programa y lo comparen lo que haría un voto racional, lo cual no es así porque requiere coincidencia ideológica y propuestas transversales y segmentada.
Así, establece Maravall, prevalecen las políticas de contraste, las más polarizadas en donde el que vaya perdiendo en búsqueda de una mayoría alternativa modifica su programa político acercándolo a las preferencias del votante mediano, si las preferencias ideológicas se mantienen estables y el partido en el poder pierde su capacidad para gobernar, entonces el electorado en general preferiría las políticas de oposición. Hasta hace unos años, los ciudadanos no cambiaban su voto debido a las estrategias de los partidos, lo que prevalecía era la lealtad partidista, es decir: el voto duro. ¿Existe esto hoy en día?
El autor afirma que los temas transversales son aquellos que generan consenso en el electorado: la corrupción, por ejemplo y, por el contrario, el apoyo respecto de temas posicionales, en los que la opinión se divide, procederá sólo de una parte del electorado, por ejemplo la despenalización del aborto.
Lo usual debe ser que los partidos y sus candidatos incluyan en su oferta electoral tanto temas transversales como temas posicionales, pero que esta combinación se base en temas distintos a los de sus adversarios.
Sin embargo, como la política es cada día menos ideológica, la introducción de temas transversales en la competencia electoral incrementa el consenso político: todos quieren lo mismo, la única cuestión es quién lo haría mejor, y quienes tienen la autoridad moral para plantearlos.
En este contexto es que la estrategia de crispación según Maravall depende del valor atribuido al statu quo, los riesgos previsibles de que acontecimientos exógenos alteren el escenario presente y las condiciones de la crispación; y por último de las reacciones del electorado, en buena parte inciertos. La combinación de temas transversales y crispación conduce a una descalificación absoluta del adversario; la movilización de los propios votantes requiere denominar al adversario, lo que se antoja difícil en el contexto mexicano con coaliciones de integrantes disímbolos en forma y en fondo.
Las estrategias de crispación suelen implicar una intensa "campaña negativa" del adversario y le echan la culpa a él del ambiente de crispación, justificando la denuncia. Así, los indecisos se mueven en la incertidumbre, sin que predominen las valoraciones positivas o negativas respecto del gobierno. Algunos indecisos son vulnerables a estrategias de crispación, al menos quedándose en casa y no yendo a votar, o castigando al impulsor del ambiente de crispación.
Veremos cómo se diseñan entonces las estrategias de campaña, las cuales serán fundamentales en la definición del voto aún incierto del 1 de julio.