En estos días varios son los debates que se han generado sobre la ausencia de "contrapesos" al inmenso poder presidencial actual y a su estilo, el "modito" que tiene de hacer y decir las cosas el Presidente López Obrador.
Lo primero que tenemos que recordar es que el triunfo arrollador que los electores le dieron el pasado uno de julio de 2018 al Presidente, tiene sus bases en un hartazgo de la sociedad con la tradicional "clase política" y sus partidos, que llevó a una gran irritación social por el cúmulo de hechos de corrupción, impunidad, violencia desenfrenada, inseguridad generalizada, mediocre crecimiento económico, falta de empleos, aumento de la pobreza y desigualdad, entre los temas más sobresalientes. No tener presente esto para el análisis es olvidar el contexto en que se dio el triunfo de López Obrador, pero lo más importante, la casi nula credibilidad que "a los de siempre" les tienen los ciudadanos, y todas las encuestas de antes y recientes coinciden en ello, porque cuando esta " clase política" rechazada por la sociedad ataca al Presidente sin antes hacer una autocrítica de su quehacer político y de gobierno, lo que hace con sus acciones, aún y sin que se lo proponga es volver a polarizar la arena política, y si enfrente existe un Presidente que aún no asume su papel de jefe del Estado, pero con una popularidad de más del 80 por ciento, dispuesto a "fajarse" con cualquier pretexto, pues entonces la polarización se vuelve constante y rutinaria, en detrimento de la política, de la gobernanza y al final de nuestra precaria democracia.
En no pocos espacios sociales se habla de la falta de contrapesos al poder presidencial, creo que cuando algunos de los de siempre se quieren autoproclamar como parte de eso lo primero que no tienen es memoria de quiénes son y por qué perdieron las elecciones el año pasado; segundo, los contrapesos se dan en los espacios institucionales, es decir Congreso, Poder Judicial e incluso un poder de facto, que por cierto está vacío también, como es la CONAGO, y si me apuran, hasta en los poderes fácticos legales.
Desde siempre en la historia de las formas de gobierno en el mundo, han existido contrapesos y aquí resulta que uno muy importante como es el Congreso también cuenta con un bloque parlamentario para sacar adelante las reformas que el proyecto de López Obrador tiene en mente y en el caso de la Corte al parecer la autocensura y el alineamiento se comienza a vislumbrar y pues el caso de CONAGO es un cascarón vacío por la sumisión de los gobernadores al presidente, así es que contrapesos reales no existen. Ahora bien me parece que la crisis no para aquí, lo que también queda claro es que la oposición política no se ve y no se ve porque no existe, entonces el problema es mayúsculo.
La oposición política quedó borrada con el tsunami el del año pasado y también los poderes fácticos poco a poco se empiezan a alinear con el Presidente o están marginados o han decidido pasar a un bajo perfil. En conclusión: hay un súper poder presidencial con fuerzas políticas adversas muy débiles y dispersas enfrente, lo que lleva a la amenaza de un sistema político con un movimiento político hegemónico (MORENA) que de continuar la actual polarización lo único que se ve en el porvenir es un cada vez más debilitado proceso democrático y la entrada en un camino autoritario si la oposición política no se regenera y se reinventa con la previa autocrítica, con la inclusión de nuevos actores, organizaciones y movimientos contrarios a la visión de país del actual poder.
La oposición política partidaria en este proceso debería y debe ser la que guíe el papel de los poderes formales, institucionales y marcar línea a los poderes fácticos legales, frente al poder presidencial, pero para ello debe recordar, cómo escribió Gianfranco Pasquino, que " solo una oposición que se arriesgue a salir a mar abierto podrá, aún antes de ganar las elecciones, parecer y ser representativa y representante de muchos de aquellos grupos cuyos intereses se agreden, cuyos ideales se olvidan y cuyos valores se pisotean" (La Oposición, Alianza Editorial ,Madrid 1998). Pero, si queremos la existencia de una oposición no es para torpedear solo por el gusto o el hígado al actual gobierno, sino porque su papel es para que el gobierne no mal gobierne y porque su existencia es parte consustancial a la democracia misma y este es el verdadero objetivo que debemos de plantearnos en un contexto no solo nacional sino también global del riesgo que la democracia tiene hoy enfrente de poderes y liderazgos personalizados que la amenazan.
Entonces, si la oposición no existe hay que crearla, bajo la premisa de que todo lo que antes existía se ha evaporado por los aires y no me refiero nuevamente solo al ámbito nacional, hoy hay que crear e imaginar nuevas formas de actuar político, de organización, de lenguaje político para comunicar, de nuevos programas y nuevos actores no solo para enfrentar al poder, entonces sí para construir contrapesos, y donde haya consenso y acuerdo construir con el poder, ya que al final lo que se quiere es lograr un México con desarrollo, en paz, en libertad y mejor democracia.