“Primero los pobres”. Fueron las palabras que nunca se cansó de repetir durante sus 14 años buscando la presidencia. El año 2021 fue uno más en que les cumplió: los más marginados e indefensos han sido las primeras víctimas de su ineptitud, de sus desastrosas políticas públicas, de las acciones de una persona que no muestra la menor empatía o misericordia por sus semejantes.
En la mente de muchos están los niños con cáncer. Son sin duda el rostro más visible de la indefensión, de la necesidad de medicamentos cuyos precios muchas veces son prohibitivos, excepto para los más privilegiados. El desastre lleva años, y ni siquiera ser padre de cuatro hijos ha impulsado a López a corregir su desastre. De vez en cuando sale a anunciar que ya, que pronto, que ya se ordenaron, que quién sabe qué pasa, que pronto se distribuirán las medicinas.
¿Qué dijo López apenas en noviembre pasado? “Siguen en campaña en contra nuestra. Me da mucha tristeza porque están apoyando a mamás, papás que tienen niñas, niños con cáncer, pero están manteniendo esas organizaciones para que nosotros demos marcha atrás y volvamos al mismo sistema de compra de medicamentos a estos corruptos. Pues no, ya estamos comprando todos los medicamentos y no van a faltar”. Tristeza siente el Presidente porque los padres desesperados reciben apoyo. Y dale contra los corruptos, proclama enojado el hermano de Pío y Martín, con sus sobres de efectivo, el primo de la contratista de Pemex, el cuñado de la saqueadora de Macuspana, el padre de los felices productores de chocolate, el jefe de tantos otros rateros de la nación.
El tabasqueño ha sabido consolidar la injusticia gracias a funcionarios como Hugo López Gatell, quien proclamó que, por cada niño vacunado contra el Covid gracias a un amparo, le quitaba una inoculación a un adulto, el mismo que declaró que los padres de niños con cáncer eran unos golpistas.
La falta de medicinas ha traído mayor enfermedad, sufrimiento y muerte a niños, jóvenes y adultos. Quizá la mayor injusticia que comete rutinariamente el mesiánico en contra de la población mientras que no se cansa de dirigir los dineros de la nación a explotar más petróleo y refinarlo.
Dinero que tampoco canalizó para salvar empleos durante la pandemia, como hicieron tantas otras naciones, que porque eso ayudaba a esos empresarios que tanto detesta. El resultado fue diezmar la clase media y aumentar el número de pobres en casi cuatro millones. Una destrucción de empleos que aumentó todavía más al cancelar los esquemas de subcontratación.
Para esos pobres, antiguos y nuevos, no habrá nada más que los programas asistenciales de López: entregas insuficientes de efectivo en lugar de empleos, estancias infantiles, refugios para mujeres violentadas o comedores comunitarios. Los pobres que permanecen encarcelados por faltas nimias ante un aparato de justicia de nuevo entusiasta por la prisión preventiva. Lo mismo que sufren personas como Alejandra Cuevas, que lleva casi 450 días presa, porque el Fiscal General de la República de López muestra una inclinación singular por resolver sus vendettas personales encarcelando a quienes considera sus enemigos.
Es el sexenio de la injusticia que acaba de terminar su tercer año, algo que López consideró adecuado celebrar con una enorme multitud en el Zócalo capitalino, contribuyendo a las infecciones que hoy se manifiestan. Un cierre de año apropiado para quien probablemente es el Presidente más despiadado en la historia de México.