“¿Cuánto gana Carlos Loret de Mola?” es la nueva obsesión pública del presidente de México. El conductor de los destinos de una nación ansioso por mostrar los ingresos de un periodista que ha evidenciado algunas de las corruptelas de su familia; la ‘casa gris’ de Houston, la más reciente. Quien juró cumplir y hacer cumplir la Constitución, pidiendo ‘permiso’ al Instituto Nacional de Acceso a la Información para violarla (permiso que le fue denegado). Los grandes problemas nacionales pasan a segundo plano mientras que Andrés Manuel López Obrador clama que quiere mostrar facturas y recibos de nómina.
Esto del hombre que creó una vida pública centrada en la opacidad personal, la hipocresía y el cinismo. El campeón de ocultar sus ingresos y patrimonio se ha erigido en el exigente guardián de la transparencia ajena. Lo que nunca quiso mostrar como candidato, bajo la lupa de la ciudadanía, ahora reclama, desde la palestra del poder, que es su derecho presentarlo al tratarse de un comunicador.
El buen juez (que López nunca ha sido) por su casa empieza. O, en el caso del Presidente, como el de Manuel Bartlett, sus casas y otras propiedades. Los ingresos verdaderos del oriundo de Tepetitán son un misterio, como igualmente lo es su patrimonio acumulado en lo individual y aquel que, además, han sumado su conyugue, hijos, hermanos y otros familiares. Porque el modus operandi obradorista ha sido, por décadas, el de los personeros de confianza. Poco está a su nombre, para no dejar rastro.
El sueldo oficial es lo único que pregona abiertamente: 162 mil 111 pesos brutos al mes, menos 50 mil 190 pesos por concepto de impuestos y seguridad social. Es lo que le encanta presumir, como si fuese lo único que ingresa en sus bolsillos personales o familiares.
Pero habría que agregar posibles tajadas o ‘comisiones’ por los numerosos, incontables, contratos que su gobierno ha asignado sin mediar concurso alguno. Esto es, imaginar al favorecido contratista entregando al personero de turno fajos de billetes (nada como el efectivo para no dejar evidencia), bien atados con ligas. Era lo que hacía como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pero ahora tiene a su alcance todos los contratos del país. O también un porcentaje de los salarios de legisladores u otros trabajadores, como hacía su ahora titular de Educación Pública en Texcoco, y que ha sostenido en el cargo a pesar de (o quizá debido a) ello.
Todo suma. No hay que despreciar la plusvalía que tendrá el famoso rancho de Palenque con las obras públicas en sus alrededores, destacadamente el Tren Maya. Una propiedad que, dijo, heredó de sus padres. Un hombre con suerte es López Obrador, con progenitores tan prósperos, lo mismo que hijos tan trabajadores con las propiedades también heredadas, ellos de su madre. Un hombre que dice repeler la riqueza acaba siendo hijo, padre, suegro y esposo de ella. Como diría, parece que la familia tiene dinero.
Pero es necesario considerar lo acumulado antes de tomar el poder federal. Ese dinero que fluyó desde el INE hacia el Partido de la Revolución Democrática que por años controló, lo mismo que su (literal) actual vehículo electoral: el Movimiento para la Renovación Nacional (Morena). Imposible olvidar aparte ese fideicomiso para los damnificados del temblor de 2017, igual medio para lavar efectivo, con su actual secretario particular siendo depositante recurrente como en carrusel.
¿Cuánto gana realmente, cuánto tiene acumulado, Andrés Manuel López Obrador?