Econokafka

El fantasioso y fracasado AMLO

Como candidato tenía una respuesta rápida y contundente para todo, el diagnóstico del problema y su solución.

Un extraordinario ejemplo del borracho que resultó pésimo cantinero. Por 14 años recorrió el país hasta sus más apartados rincones. Como candidato tenía una respuesta rápida y contundente para todo, el diagnóstico del problema y su solución. Su mente limitada estaba aparejada con una impresionante egolatría y resentimiento intelectual. Pésimo estudiante, fósil universitario, profundamente envidioso de aquellos con éxito académico, evolucionó en mesiánico.

Se convenció que era un genio cuando era, en realidad, un demagogo brillante. Su ignorancia quedaba oculta tras un abundante repertorio de lugares comunes de los que echaba mano ante cualquier cuestión complicada. Porque todo sería sencillo, lo único que hacía falta era que el pueblo lo eligiera Presidente. Desde Palacio Nacional, bajo su iluminada guía, México tendría un sexenio de transformación.

¿Crecimiento económico? No se cansó de criticar, como bajo e inadecuado, el 2 por ciento promedio del “periodo neoliberal”. Hasta 6 por ciento anual ofrecía, 4 por ciento promedio en su fabuloso sexenio, cifras alegremente insertadas en el Plan Nacional de Desarrollo publicado tras tomar posesión. El primer año, antes de la pandemia, hubo recesión. Actualmente, México es de los pocos países que sigue sin recuperar el nivel de actividad económica previo a la pandemia. Lo indudable es que el PIB per cápita, cuando finalice 2024, será inferior al registrado en 2018. Del crecimiento bajó al negativo.

¿Salud? De la consulta médica más simple a la más compleja cirugía, incluyendo por supuesto estancias hospitalarias y todos los medicamentos, absolutamente gratis para toda la población. Dinamarca, Canadá y Reino Unido eran los ejemplos que México emularía. Porque López Obrador tenía la receta mágica: todo era cuestión de voluntad política (el poder de las leyes y decretos) y arrancar de cuajo todas las prácticas corruptas. Argumentando ineptitud y corrupción, a destruir de golpe, desde los esquemas de compra y distribución de medicamentos hasta el Seguro Popular.

No iba a ser nada complicado porque el presidente daba solemnemente su palabra que, en menos de un año, para finales de 2020, estaría funcionando todo de maravilla. Uno de los rostros más crueles del obradorismo han sido los niños privados de medicamentos contra el cáncer. Ante las protestas de los padres, el subsecretario de Salud los acusó de golpistas. La fantasía se mantiene: ya dijo el tabasqueño que, ahora para fines de 2023, el sistema de salud será como en Dinamarca.

¿Inseguridad? Es que los maleantes no tienen que ser combatidos, sino abrazados. Desde el primer día del sexenio, dijo, ya no habría crimen, porque México tendría un gobierno limpio y puro. Los jóvenes contarían con apoyos para estudiar o trabajar, por lo que dejarían de nutrir a las bandas criminales. Siempre se puede decretar que un crimen desapareció, como es el huachicoleo. Y ante la oleada de homicidios que no cesa, se tiene acción decisiva y constante: el gabinete de Seguridad se reúne cada mañana, con el Primer Madrugador de la República a la cabeza.

¿Corrupción? Como el crimen, iba a desaparecer desde el primer día. Porque el Presidente todo lo sabe. No hay corrupción porque ésta ya no cuenta con su visto bueno. Los funcionarios son leales, y además escrupulosamente honrados. ¿Qué los hermanos son mostrados arreando con sobres de efectivo, que el hijo vive ostentosamente en Estados Unidos, que las corruptelas de más parientes y amigos se muestran y documentan un día sí y otro también? Son esos conservadores que perdieron sus privilegios, periodistas vendidos que ganan millonadas en sueldos. Mártir además de Presidente, se proclama el más atacado desde Francisco I. Madero y saca a ondear el pañuelito blanco. Saldrá tan pobre de la presidencia que está gestionando una pensión del ISSSTE para vivir con cierta dignidad en sus tierritas.

Candidato fantasioso y demagogo devino en presidente fantasioso y demagogo, fracasado al ser incapaz de convertir esos sueños guajiros que se cansó de ofrecer en realidad. Llegó resentido y se marchará igual, pero, eso sí, muchísimo más rico gracias a sus raterías.

COLUMNAS ANTERIORES

Andrés, bienvenido al basurero de la historia
Claudia: ojalá quieras y puedas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.