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La ‘corcholata’ ideal para AMLO

Se trata de buscar al más arrastrado y abyecto, a quien mostrará lealtad ante toda circunstancia, a la persona que besará la mano de López Obrador durante el sexenio 2024-30.

¿Quién tiene las mejores cualidades que busca Andrés Manuel López Obrador para sucederle en Palacio Nacional? Son atributos muy particulares los que requiere el tabasqueño, diferentes a las que uno buscaría habitualmente en un Presidente. No se trata de conocimientos, visión de Estado, capacidad de liderazgo o exitosa experiencia de gobierno. Menos aún, si cabe, patriotismo o carácter.

Se trata de buscar al más arrastrado y abyecto, a quien mostrará lealtad ante todas las circunstancias adversas, a la persona que (figurativamente) besará la mano de AMLO durante los seis años del sexenio 2024-30, le cuidará asiduamente la espalda, aparte de atender sus llamados y órdenes sin rechistar. Será quien acepte tener un teléfono directamente conectado con la hacienda de Palenque, desde la cual el macuspano seguirá dirigiendo el país. Alguien llamado Presidente, sí, pero agradecido con el de arriba, con quien lo puso en la Silla. Que ese individuo tenga claro que nada debe al voto popular y todo al tabasqueño.

La corcholata que nombrará los funcionarios que AMLO le sugiera (ordene), por supuesto incluyendo sus parientes y amigos. Que no tenga dignidad alguna, que se note quién sigue realmente gobernando México, que aguante estoico las burlas de ser un títere, con los hilos tirados con desfachatez por quien fue y sigue siendo el patrón.

Porque los maximatos no son discretos, sino descarados, porque es importante que propios y extraños sepan quién manda. Porfirio Díaz tuvo a Manuel González, quien le mantuvo apartada la silla presidencial en 1880-84, ya que el oaxaqueño había combatido a Benito Juárez bajo la premisa de no reelección. Lo mismo hizo Vladimir Putin con Dmitri Medvédev en 2008-12. Después Díaz y Putin se cansaron de la farsa y erigieron en mandatarios permanentes.

Esa corcholata no debe caer en la tentación de tratar de imitar a los que se sacudieron a quien les dio el cargo. Lázaro Cárdenas mandó subir a Plutarco Elías Calles en un avión a San Diego; José López Portillo envió a Luis Echeverría hasta las islas Fiji (como embajador). Debe evitar que le crezca otro enano, como fue el famoso ‘Juanito’ de Iztapalapa.

Debe ser, entonces, alguien de lealtad y subordinación a toda prueba, sin el atrevimiento de pensamientos propios o iniciativas que impliquen un retroceso para el insigne proyecto histórico. Idealmente, imitadores del estilo AMLO: arrogantes y despectivos con la oposición, dispuestos a seguir polarizando al país, gobernando para su facción, manteniendo la senda destructiva. Nada de proyectos personales, sino seguirse proclamando como fiel siervo de la 4T, cuyo nombre por supuesto hay que mantener y seguir glorificando. Quizá, sí, atreverse a una innovación: agregar la efigie del mesías a las de Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas en el logotipo oficial del gobierno.

Respetando, por supuesto, los abundantes ahorros que ha hecho el tabasqueño por medio de terceros, particularmente sus parientes. Que sigan fluyendo los contratos que traerán los abultados sobres de efectivo en tanto AMLO diga vivir, humildemente, con esa pensión del ISSSTE a la que no tenía derecho pero que empezó a cobrar apenas terminó su sexenio. Que en Palenque pueda sacar el pañuelito blanco proclamando que poco tiene y que sus hijos solo heredarán su honra.

Una corcholata que sería una digna sucesora del demagogo autoritario que llegó al poder no para servir, sino para servirse alimentando su ego y bolsillos.

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