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¿Qué puede hundir al superpeso?

Parece que la oferta (de dólares) y la demanda (por pesos) garantizan una paridad en los niveles actuales o, incluso, más apreciada.

Un peso fuerte y estable. Por el momento anclado en torno a las 17 unidades por dólar. La tasa objetivo del Banxico sigue en la estratósfera y ahí permanecerá un buen tiempo. Las remesas no solo se han mostrado como un flujo elevado, sino además creciente, dejando muy atrás a la inversión extranjera directa. Una inversión externa que quizá no sube como en muchos otros países, pero presenta notable estabilidad.

Si el tipo de cambio es producto de oferta y demanda, como lo es, entonces parece que la oferta (de dólares) y la demanda (por pesos) garantizan una paridad en los niveles actuales o, incluso, más apreciada. ¿Alguien dijo 16.50?

El peso es la guillotina de los políticos soberbios. Representó la debacle para Echeverría y humilló a López Portillo, de la misma forma que acabó con la reputación de Salinas de Gortari. Los tres apostaron y perdieron. López Obrador, que admira el periodo del Desarrollo Estabilizador en parte por ese peso fijo que vivió en sus años mozos, no se ha podido sustraer al canto de las sirenas cambiarias.

Una apuesta innecesaria y peligrosa. A diferencia de sus antecesores, y por fortuna, la moneda nacional está en un régimen de libre flotación. Esa oferta y demanda que hoy explican el peso fuerte mañana pueden voltearse y llevarlo en dirección contraria. Por lo menos hay cuatro elementos que pueden quitarle al peso el “super”:

La primera es el propio López Obrador, interviniendo tan descaradamente en el proceso electoral, favoreciendo a los suyos y atacando a opositores, particularmente a Xóchitl Gálvez. Lo peor sería un rechazo a reconocer el resultado en la elección presidencial. Las monedas no suelen permanecer fuertes en medio de crisis constitucionales.

Aunque AMLO fuese un ejemplo de pureza democrática que dista mucho de ser, está el factor crimen organizado. La violencia es su especialidad, y el gobierno ha claudicado ante los balazos. Los mexicanos están solos e inermes, y eso incluye a los candidatos. Ocurrió en México en 1994 y puede suceder de nuevo. Entonces fue un elemento central derribando al peso y de nuevo puede serlo.

Un problema adicional, y responsabilidad del Gobierno Federal, es el desequilibrio fiscal. Los mercados pueden ser mucho menos complacientes ante un creciente agujero en las finanzas públicas. Las presiones electorales sobre el gasto serán enormes, y el Presidente puede ceder ante ellas buscando comprar votos. Y aparte está un lastre presupuestal brutal que puede explotar en cualquier momento: Pemex.

Pero además está un elemento externo y volátil: el precio del petróleo. Hoy no está lejos de los 80 dólares el barril, pero nunca se sabe. Una caída puede tirar al tipo de cambio. Lo vivieron López Portillo, Zedillo, Calderón, Peña Nieto y también López Obrador (en 2020). Una variable fuera del control de Palacio Nacional.

Lo que está al alcance del tabasqueño es moderar su rijosidad política, controlar el gasto público y disciplinar a Pemex. No hay señales de que vaya a ocurrir nada de eso. El Licenciado no se cansa de presumir la fortaleza de la moneda, por supuesto atribuyéndose el crédito. Para un Presidente que dice ser tan apasionado de la historia, debería haber aprendido que esta no se repite, pero rima. El superpeso no pende de un hilo, pero sí de varios, y para caer sería suficiente que uno se rompa. Lo que subió con fuerza puede desplomarse repentinamente, más en un contexto electoral. Basta ver hoy lo que ocurre en Argentina.

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