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Dorian López Gray, el vengativo

El Licenciado no puede ocultarse del espejo que son los medios de comunicación y las redes sociales, esas que como candidato antes tanto bendecía y ahora tanto detesta.

“La venganza no es mi fuerte”. Ya se sabe que López Obrador hará exactamente lo contrario de lo que ofreció. Dijo que como presidente sería escrupulosamente honesto, respetuoso de instituciones, división de poderes, medios de comunicación y opositores políticos. Pasará a la historia, entre muchas otras cosas, por un extraordinario despliegue de cinismo e hipocresía. Al final de su sexenio, se regodea en la hiel y el rencor. Se da cuenta que sus palabras y sus actos lo han mostrado como un mentiroso, ratero y traidor, lo opuesto de su “no miente, no roba y no traiciona”.

A nadie le gusta ser exhibido. Dorian Gray tenía oculto en el rincón más apartado de su mansión londinense el retrato que iba mostrando los estragos físicos que causaba su creciente podredumbre moral. El Licenciado no puede ocultarse del espejo que son los medios de comunicación y las redes sociales, esas que como candidato antes tanto bendecía y ahora tanto detesta.

Quizá los largos años de campaña le hicieron pensar que sería diferente. Se proclamaba honesto y cargando solo 200 pesos en la cartera mientras era, como diría la biógrafa de sus corruptelas, Elena Chávez, el Rey del cash. Se puso la piel de oveja demócrata, de estar buscando que los pobres fuesen siempre primero, y millones de ingenuos se lo compraron. El lobo demagogo y autoritario, incluso, confesaría alguna vez, ya presidente, en una de sus homilías mañaneras, que esos pobres eran su carne de cañón política y electoral.

María Amparo Casar es solo la más reciente damnificada del rencoroso de Palacio, quien una vez más muestra que no duda en usar su poder para dañar a quien culpa por exhibirlo. Es el impudoroso despliegue de la prepotencia atropellando las leyes e instituciones, al cabo se sabe impune de cualquier delito que cometa, con la mayoría de los legisladores y el aparato de justicia bajo su puño. A hurgar incansable en el pasado de una persona buscando un flanco débil, el talón de Aquiles para ahí hundir el puñal con toda la fuerza del Estado.

Y si no se encuentra, a inventarlo, igual con todos los recursos que otorga el poder. Obsequioso, su colaborador por décadas, el agrónomo a cargo de Pemex, acudió al ritual mañanero para ofrecerle en bandeja la tan anhelada venganza. Esto mientras proyectos como Dos Bocas son exhibidos por innumerables corruptelas y a la exresponsable del proyecto que sigue sin ofrecer una gota de gasolina, Rocío Nahle, se le encuentran más propiedades que al nopal. Qué extraordinario debe haberle parecido al Licenciado poder acusar a la presidenta de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), precisamente, de corrupción.

Casar se incorpora así a la lista que el rencoroso repasa ante cámaras y micrófonos a la menor provocación, y sobre todo cuando sus hijos, demás rapaz parentela y colaboradores cercanos afloran como corruptos, gracias a las investigaciones de MCCI, Latinus u otras organizaciones que están haciendo el trabajo que tan campechanamente ignora la invisible Fiscalía General de la República, encabezada por otro funcionario lleno de odio que sabe usar el aparato a su cargo para sus vendettas personales. No por nada se entienden tan bien López Obrador y Alejandro Gertz Manero.

Dorian Gray terminó apuñalando el retrato que supuraba su pus. López Obrador enfrenta el fin de su sexenio tratando de hacerlo con todos aquellos que han mostrado a esa persona que por tanto tiempo ocultó. Efectivamente, es repugnante verlo.

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